Cosmopolis, puro Cronenberg para bien y para mal

Sólo tres películas le ha durado a Cronenberg su incursión en el mal llamado cine normal. En 2005 realizó la maravillosa Una historia de violencia de la que ya hemos hablado. Dos años después se embarcó en los terrenos del thriller con Promesas del Este con estupendos resultados. Por último, el año pasado, lo intentó con el cine de época victoriana y el psicoanálisis con la aburrida Un método peligroso.

Con Cosmopolis Cronenberg vuelve a sus fueros autorales, los de Crash, Videodrome o eXistenZ, por poner tres ejemplos bien claros de a lo que nos enfrentamos. Cronenberg, más o menos al igual que el otro gran David (Lynch), se ha convertido en un género en si mismo y esto tiene sus problemas y virtudes. Las primeras son obviamente una tendencia a la repetición de temas, obsesiones y formas que pueden resultar cansinas. Las segundas derivan de las primeras: sabemos lo que nos vamos a encontrar y confiamos en que el director domine los resortes que pulsar. 

Toda esta retahila previa viene a decir que si eres conocedor de las películas anteriormente mencionadas y te gustaron puede que disfrutes de Cosmopolis. Si en cambio Crash te parece una cochinada o Videodrome una rayada asquerosa ahórrate el tiempo. Cosmopolis es puro Cronenberg para lo bueno y para lo malo. Así que ya sabemos donde vamos. Y los fans me preguntarán “¿es buena?”, pues vamos a ver.

Cosmopolis cuenta el día de un joven millonario que pasa la mayor tiempo en su limusina mientras a su alrededor ve el mundo desmoronarse. El primer miedo viene por la elección del protagonista, el vampiro Robert Pattinson. No teman ustedes, el señor Pattison va a resultar que no es mal actor del todo, al menos no tanto como su parteneire de la saga Crepúsculo. Cronenberg aprovecha muy bien la frialdad y distanciamiento que el careto de Pattison proporciona para infectar toda la película.

Y aquí viene uno de los problemas de Cosmopolis: su intencionada artificiosidad te saca como espectador si no entras desde el minuto uno. Diálogos tremendamente pretenciosos y cerebrales incluso cuando hablan de sexo, personajes que no se sabe a cuento de qué vienen ni van y una puesta en escena calculada, preciosista y embriagadora pueblan los minutos de Cosmopolis. Crononberg construye atmósferas de forma magistral y aquí se encuentra en perfecta forma logrando hacer de la película una excitante experiencia.

En cambio el Cronenberg guionista no consigue separar el grano de la paja y rebajar ciertos momentos que caen en cierta autoparodia. En cierto modo a esto me venía a referir antes cuando hablaba de que Cronenberg era un género en si mismo: llega un momento en el que no sabes si ciertas vueltas de tuerca son intencionadamente irónicas o simples excesos mal calculados. En eXistenZ por ejemplo se veía a la perfección el tono jocoso de las idas de olla y por eso funcionaba, aquí frunces el ceño sin saber si Cronenberg te está tomando el pelo poniendo a la estrella Pattison en posiciones incómodas de forma gratuita o es que se la ha ido la mano. Del mismo modo, también resulta un tanto molesto tanto discurso pretendidamente político sobre una aparente actualidad.

Cosmopolis es claramente un Cronenberg menor que satisfará a sus más acérrimos seguidores e irritará y dará razones a todos los que detestan sus marcianadas. Cada cual a lo suyo.

 

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