Fancine 2018: «Bad Genius», ritmo, virtud y resignación

Recientemente, Train to Busan insufló vida a un género que ya se consideraba herido de muerte, el de los zombies. El truco está en el suspense y en la tercera vía, en sopesar todas las opciones frente a un obstáculo y que este te acabe sorprendiendo con otra. Así es como funciona esta cinta, encadenando giros que atan al espectador a la silla sin dejarle apenas respirar. Con ello, lo que antes olía a viejo ahora es un soplo de aire fresco. Aprendiendo de los mejores, Bad Genius rescata esta premisa y la retuerce.

Bad Genius

Como en Molly’s Game, esta es la historia de una mujer que se construye a sí misma por medios de dudosa legalidad. No es díficil ver las similitudes, sobre todo en el ritmo frenético. La obra de Aaron Sorkin, por su parte, cuenta con un guión elaborado, de una madurez y profundidad psicológica notables que no entorpecen en absoluto su tono a ratos desenfadado, serio pero carismático. Bad Genius, por el contrario, es una película de adolescentes en el instituto, y el tono se adapta a ello a la perfección. Este es un claro ejemplo de cómo ejecutar una película ambiciosa sin pretensiones. Sus personajes carecen de una construcción labrada, muchos de ellos son arquetipos reconocibles pero necesarios y asumibles, lo cual no excusa al guionista de elaborar dos protagonistas a medio camino entre el cliché y la persona. Son personajes creíbles, con claroscuros y fuerza suficiente como para provocar giros en la trama por ellos mismos.

Bad Genius es uno de esos híbridos tan peculiares de la posmodernidad, una película de adolescentes estructurada por tropos y situaciones propias de películas de ladrones. A fin de cuentas, es una estafa al sistema, perpetrada por agentes insólitos: Lynn, una alumna brillante, crea un sistema perfecto para copiar en los exámenes estatales. No obstante, no se nos presenta esta situación desde el ridículo; no se trata de una película de Disney Channel, sino más bien una suerte de La red social más centrada en la trama que en el estudio de personajes. Es por eso que el humor queda implicito en muchas situaciones sin que desentone el conjunto, un pequeño alivio en esta vorágine de giros y tensiones que van in crescendo hasta los créditos. Lo mismo ocurre con la seriedad y la gravedad de los acontecimientos, que aumenta según avanza la trama en una escalada casi perfecta. En este proceder rítmico tan bien ejecutado, las escenas de los exámenes son planteados como escenas de acción propias de Misión: Imposible, resultando cómicas al comienzo pero crudas al final.

Bad Genius

Es una grata sensación la que Bad Genius deja tras el visionado. Inyecta euforia en el cuerpo y coloca una sonrisa. Mas es una sensación con efecto retroactivo: todo funciona hasta que te paras detenidamente a pensar en las cuestiones morales. No es baladí que en el personaje de Bank, antagonista de Lynn, se aprecie un sentido de la humildad y honradez acorde con su arquetipo. Hasta cierto punto, es comprensible y empático – lo mismo ocurre Lynn -. La protagonista cohabita en un mar de estímulos morales que le obligan a ella misma y al espectador a cuestionar la legitimidad de sus actos, pero son preguntas con respuesta. Al final de la película, el mensaje es claro: los malos son castigados sutilmente y Lynn, gracias a su padre, queda como ejemplo de virtud por su honradez. ¿Y qué significa exactamente todo esto? Los alumnos beneficiados por el sistema de Lynn verán su educación tirada por la borda, pero siguen siendo parte de la sociedad privilegiada, afectados por problemas nimios, mientras que aquellos que han mostrado virtud deben resignarse a pesar de ser los únicos que han demostrado tener las capacidades suficientes como para tener lo que desean.

Manuel Collado en La Filmosecta habló sobre cómo El viento se levanta es una oda a la resignación, pero Hayao Miyazaki le da una visión amable frente al desconsuelo. Bad Genius, en cambio, muestra una mirada cristiana y positiva del asunto. La imagen del discurso termina por ser una revisión de la encrucijada del Hércules, en el que el héroe debe decidir si escoge el camino fácil, ancho y lleno de placeres, o si escoge el camino de la rectitud, difícil de recorrer pero gratificante al final. Con tanta moral velada, ¿qué habríamos de esperar? Es plausible pensar que todo nace de la buena voluntad de su director, pero es una película destinada a las masas. ¿Es eso lo que estamos dispuestos a enseñar? ¿Es eso lo que estamos dispuestos a aprender? Es eso lo que debemos estar dispuestos a criticar.

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