Mentes poderosas, parchís mutante

Parecía que este año no teníamos perfectamente cubierta la cuota de films para adolescentes con un mundo y sociedad distópica dividida en dos mitades, con niños supervivientes a una enfermedad mortal con poderes o adultos que se encargan de eliminarlos o de encerrarlos y estudiarlos en una especie de campos de concentración militares. Todo esto que al principio atufa que echa para atrás a Melanie: Apocalipsis zombie de repente pesca en otros mares copiando esquemas ya vistos en sagas anteriores con héroes adolescentes que buscan su libertad y se rebelan contra el enemigo mayor del reino que ve amenazados sus planes. En Mentes poderosas no hay facciones que los dividan pero si hay una Tris que cambia de equipo y que acepta un color que pone en peligro a sus amigos viajando en esta road movie montada en una furgoneta bautizada.

Mentes poderosas

Este moderno parchís con cuatro colores, dos chicas y dos chicos recorrerá algunos de los rincones más especiales de este Estados Unidos en guerra conociendo lugares que pueden ser un hogar temporal, esperando a que salga el cinco o una oportunidad perfecta de potenciar unos poderes que rivalizan con los de los mutantes de la Fox. El profesor Xavier no va en silla de ruedas en la escuela sino que recoge a los descarriados junto a otros compañeros infiltrándose como doctora, estos X-Men mueven objetos con la mente, controlan los pensamientos con el contacto, dominan la electricidad y son los más listos de la clase cuando se lo proponen. Por contra sus enemigos controlan el fuego y las armas de fuego en manos de un ejército y cazarrecompensas que vigilan las carreteras siempre alertas de cobrarse una buena pieza.

No me gusta nada que se espere a la recaudación de una película para comenzar a rodar la siguiente dejando el final en suspense, tampoco que se tenga que incluir la diversidad racial y de género para contentar a ciertos sectores y grupos molestos con casi todo lo que nos rodea. Mentes poderosas sigue esta premisa, tendremos que rezar para que el público reaccione positivamente y vaya a las salas para ver la continuación de las aventuras de Ruby Daly y esperar que nadie encuentre algún motivo oculto para quejarse.

La historia que maneja entre manos la directora coreana Jennifer Yuh Nelson, la jugadora que tira los dados y que viene de la animación, se deja querer. Los guiños a escenas del pasado son constantes pero necesarios, otros tienen personalidad propia basados en la primera novela de Alexandra Bracken. La pareja protagonista se toma su tiempo para evolucionar, sus momentos de intimidad dan la pausa necesaria entre pelea y pelea y sirven para encontrarle un sentido lógico a cada acción futura que marcará destinos diferentes para cada uno de ellos y que los convertirán en líderes sin sombra y sin recuerdos dolorosos o tristes.

Mentes poderosas

En esta nueva Juegos del hambre, o calco de Divergente, la cura al nuevo orden mundial tiene rostro femenino, la activista Amandla Stenberg. La joven Ruby Daly también ha perdido a sus padres y debe comenzar un aprendizaje y peregrinaje que le llevará a madurar rapidamente desconfiando de ayudas interesadas y de alianzas de dudosa procedencia. Por el contrario el valor de la amistad se refuerza con una serie de movimientos en el tablero que nadie prevee y que son consecuencia de un amor sincero y casual que rompe barreras o vallas de metal derriba helicópteros y derroca líderes con careta que dormían a pierna suelta libres de sospechas, una ficha que se come a una y se cuenta cuarenta.

En todo este tipo de producciones los efectos especiales y un CGI decente redondean un guion aceptable que normalmente no se sale del tiesto y Mentes poderosas no iba a ser menos. Las cantadas no son muy pronunciadas y los desastres provocados por los poderes adolescentes dejan huellas creíbles que abarcan mucho espacio pero poco número humano lo que ayuda a su concepción y a su futura aceptación pública. Esto hace que en ocasiones se acerque el film a una capítulo de serie con relleno desacelerador y estirado o momentos de acción en donde el grupo que toca en el directo se ve superado por la escenografía y puesta en escena preparada para la ocasión. Sus instrumentos no desafinan pero se empequeñecen en el espectáculo de luces que se lleva la palma en un último acto algo más rápido y menos contemplativo que los otros dos.

La trama de Mentes poderosas sucede en varios días y varias olas ¡no cinco como en el largometraje de J. Blakeson! Sus efectos los notaremos en un agosto caluroso traducidos en venta de merchandising de colorines y cabezones a quince euros.

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