El aviso, hacer por vivir

Un exceso de regalos y agasajos por parte de la distribuidora de una película durante su pase de prensa no suele augurar nada positivo. Suele ser matemático: si te regalan un póster plastificado es que las probabilidades de que sea una mierda son muy altas. Pero en esta ocasión no se limitaron únicamente a eso, no. Aparte del póster de El aviso, la nueva cinta de Daniel Calparsoro, los asistentes al pase también fuimos obsequiados con un falso periódico (impreso en una calidad y papel excelentes) ambientado en la trama del film. Pero, por si esto no fuera suficiente, también nos pudimos llevar un ejemplar de la novela original escrita por Paul Pen en la cual se basa el largometraje que hoy nos ocupa.

El aviso

Como no me gusta sacar conclusiones precipitadas, conjeturé que quizá esto se debía a dos motivos igual de plausibles. O la distribuidora sabía perfectamente que El aviso era un truño de proporciones bíblicas y querían que los críticos la tratásemos con la mayor benevolencia posible o quizá la editorial se vino muy arriba al sacar una nueva edición del libro (sólo para añadir a Raúl Arévalo en la portada) y sospechan que la mayoría de su nuevo stock terminará pudriéndose en algún garaje. Una hora y cuarenta minutos después, llegué a la conclusión de que lo más seguro es que sea una mezcla entre las dos cosas.

Al final, con El aviso pasa lo mismo que pasa en casi todas las películas de Calparsoro —buen artesano, relegado últimamente a encargos de tres al cuarto—, donde una muy solvente factura técnica y un indiscutible buen oficio delante y detrás de las cámaras por parte de todos sus implicados son incapaces de salvar un guión que está peligrosamente cerca de ser un puchero de heces en mal estado y que desaprovecha una premisa de lo más interesante. Sorprende que el nombre de Jorge Guerricaechevarría, quien suele estar bastante más afinado en otras ocasiones, se encuentre entre los responsables de dicho libreto.

Faltan dedos para contar el número de despropósitos que contiene: desde unos anacronismos que te golpean en la cara desde sus diez primeros minutos (niños robando revistas pornográficas en una gasolinera, en pleno 2018) a unos personajes con los que resulta imposible empatizar por culpa de su estupidez (una madre arrastrando deliberadamente a su hijo, que ya de por sí es imbécil y hace poco por vivir, a una situación de vida o muerte), unos clichés más que vergonzantes a estas alturas (el comienzo es digno de telefilm de Antena 3 de domingo tarde, donde ves a una familia de felicidad hiperbólica y sabes que de un minuto a otro la niñera va a secuestrar al bebé y asesinar al marido) y un misterio central plagado de giros de guión siempre unos peldaños por debajo en cuanto a impacto e inteligencia de los que el espectador se podría haber montado ya en su cabeza.

El aviso

Por supuesto, esto no sería obra de Calparsoro si no intentase plagiar de forma descarada el estilo de algún otro cineasta. Si en su célebre Combustión nos brindó una imposible mezcla entre Drive y A todo gas, aquí nos encontraremos con una versión descafeinada de los thrillers sobrenaturales (o no) con giro final que nos brindaba M. Night Shyamalan a principios de los 2000. Por momentos, El aviso parece que quiere ser El protegido. El problema es que se parece bastante más a El incidente. Y claro. A ver. No.

Y da mucha rabia, porque quitando el guión (como eso si fuera poco) no se le puede poner pegas en ningún otro aspecto. En ocasiones como ésta, es inevitable fantasear con que la producción sea mil veces más cutre de lo que es, porque al menos habría cierta coherencia y no nos daría la sensación de que están derrochando dinero y recursos de una forma que roza lo criminal. Pero, en cualquier caso, habrá que intentar sacarle el lado positivo: con un poco de suerte, la novela estará mejor. Afortunadamente, podré descubrirlo gratis.

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