Nunca es demasiado tarde, vencer la soledad

En Nunca es demasiado tarde Uberto Pasolini demuestra conocer perfectamente el comportamiento del ser humano, de sus pensamientos, de sus sensaciones y de todos aquellos engranajes con los que consigue levantarse cada mañana. La película aborda uno de los conceptos que más asustan a la humanidad: la soledad. Lo lógico es pensar que todas y cada una de las personas de este planeta tienen alguien con el que compartir sus vidas. Ya sea un familiar, un amigo, un compañero de trabajo, un vecino, todo el mundo debería tener a alguien con el que compartir una pequeña parte de su vida. Pero desgraciadamente esto no es así. Existen muchas personas que por una razón u otra se encuentran absolutamente solas. Y el film aborda una gran pregunta, que es el centro neurológico de la película y la idea más original que desprende: ¿Qué pasa cuando mueren estas personas? Nadie piensa en ello y supongo que se debe a que todos nos imaginamos nuestros funerales llenos de gente que nos importa y a la que le importamos.

Nunca es demasiado tarde

John May, interpretado por un excelente Eddie Marsan, es un empleado de un ayuntamiento londinense que se dedica única y exclusivamente a la búsqueda de los familiares de aquellos fallecidos cuyo cuerpo no ha sido reclamado. En la mayoría de ocasiones no consigue contactar con nadie o bien los pocos que conocían al difunto no quieren saber nada de él. Aun así, John May le ofrece a cada uno de los muertos el funeral que se merece, aunque al fin y al cabo el único asistente sea él. Pero la vida rutinaria de John May se ve interrumpida cuando el sistema burocrático elimina su puesto de trabajo y es despedido. En este momento John May deberá enfrentarse a un último caso que es un absoluto reflejo de él. El viaje de May en busca de los familiares de su último difunto se convierte paralelamente en un viaje contra la soledad.

A decir verdad, el final de la película desencaja bastante con la tónica transmitida a lo largo de la obra. Lo absurdo y la fatalidad aparecen de repente para adueñarse de la historia. El mensaje que Nunca es demasiado tarde quiere transmitir se ve roto con un desenlace atrevido pero que a su vez no deja de ser gratuito e incluso innecesario. Yo no habría resuelto la película de este modo, pero hay que reconocer que se respira cierto encanto provocador.

Nunca es demasiado tarde

Más allá de un argumento que consigue despertar la intriga del espectador por el devenir del protagonista existen otros factores a favor de la película. Sobre todo respecto a su esteticismo, muy estructurado a través de espacios geométricos bien ordenados que encajan a la perfección con la mentalidad del protagonista. Y este orden no solo es abordado desde un punto de vista más artístico sino también desde la perspectiva del guion. Pese a los desbarajustes necesarios para crear tensión y giros en la trama el espectador tiene la sensación de estar ante una obra muy organizada, muy pensada. Algo trasladado también a su desenlace que, pese a ser tremendamente loco respecto al resto de la obra, tiene una disposición muy organizada y muy limpia.

Nunca es demasiado tarde no es ni mucho menos la gran película filosófica de la historia del cine pero sí que es una película que despertará en el espectador ciertas ideas que permanecían ocultas en los recovecos solitarios de su cerebro.

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