Tengo algunos amigos que llevan esperando con muchas ganas el estreno de la película de Jordi Frades. Son fervientes admiradores de series españolas con temática y contenido histórico como La corona partida. Entre Isabel y Carlos, Emperador encontramos una etapa de inestabilidad política en Castilla que intenta clarificar este director catalán que ha trabajado en la segunda de estas series y en otras también que repasan parte del pasado español como La República.
Yo que no sigo dichas series tenía bastante miedo de no poder seguir el argumento ya que solo sabía de los orígenes de los personajes por mis conocimientos de historia. Pronto me di cuenta de que no hace falta ser un experto ni ser un fan de estas producciones para entender todo lo que acontece y disfrutar con el visionado de un magnífico film.
Destacaría sin lugar a dudas todo el reparto artístico que para mí está perfecto, desde el Rey Fernando con el rostro de Rodolfo Sancho, Felipe el hermoso o Juana La Loca interpretada por Irene Escolar que pasa por momentos de locura máxima reemplazados por otros de una lucidez muy racional fuera de todo tipo de sentimentalismos. De entre todos quizás el personaje que nos atrae con una fascinación más irresistible sea el del Cardenal Cisneros, un Eusebio Poncela de sobresaliente que desde la sombra triunfa allá donde los demás fracasaron.
En realidad muchas de las cosas que suceden ya las conocemos por los libros. Tras la muerte de Isabel, la Católica, todos y cada uno de aquellos que tienen posibilidades de reinar en Castilla maquinan o son víctimas de un gran número de traiciones que debilitan o refuerzan el poder de cada uno de ellos. Su objetivo es conseguir el premio gordo, una corona que pasa de mano en mano sin tener un dueño cierto. Los aliados pueden ser enemigos y al revés. Aquel que parece ir en contra de tus intereses puede convertirse en el perfecto socio. Cambian de bando como una veleta sin decantarse por uno en concreto y solo atienden a aquello que puede proporcionarles riqueza, poder y una posición privilegiada. Son momentos de crisis donde actos como el matrimonio por conveniencia política o económica pueden ser definitivos y proporcionarte aquello que más deseas como un heredero al trono. No hay tiempo para el amor sino para la guerra por ello sorprende la historia de Juana y Felipe con una mujer que perdió el juicio a causa de unos celos desmedidos atendiendo a su corazón con más fuerza y ahínco que a su cabeza. Vicente Aranda reflejó esta relación enfermiza en su película del 2001 Juana la Loca que le valió a Pilar López de Ayala el premio Goya.
La historia va de más a menos con una media hora final más flojita donde se deja a un lado este juego del gato y el ratón entre iguales, con envenenamiento incluido de unos de los protagonistas, para centrarse en un velatorio del que ya hemos visto muchas versiones no solo en películas anteriores como Locura de amor de Juan de Orduña o la comedia Juana la loca … de vez en cuando sino también representado en pinturas como Doña Juana la Loca de Francisco Pradilla de 1877.
Esta superproducción española cuenta con un presupuesto bastante importante que se deja notar no solo en el guion, sometido a un estricto rigor histórico pese a contar con ficción en algunos detalles, sino también en los lugares en donde se ha rodado, exteriores e interiores sobresalientes por su valor cultural y una importante referencia de nuestro patrimonio artístico como puedan ser las catedrales de Toledo o Burgos.
La corona partida gustará a todos, a los que vayan al cine ya conociendo la serie televisiva que cuenta los sucesos anteriores, a los que se acerquen a las doscientas salas que la exhibirán en nuestro país, sin una idea previa, yo estaba en ese grupo e incluso a aquellos que reniegan del cine español decantándose cada semana por producciones americanas de mucha menor calidad.
Pablo Parrilla
Carlos Murcia