Vivir de noche, esta venganza se sirve fría

Está claro que a Ben Affleck le encantan las películas de acción y suspense. Como director vuelve a dirigir un film que tiene mucho de eso. Cuando supo que la Warner Bros pretendía llevar al cine una de las novelas de Dennis Lehane, Vivir de noche, no se lo pensó dos veces y aceptó el encargo de inmediato. Fiel admirador de este escritor, autor de otros títulos tan importantes como Mystic River o Shutter Island, dejó el traje Batman y se convirtió en un gangster con principios en la década de los años veinte, cuando en Estados Unidos el crimen organizado hacía mucha pasta con el tráfico ilegal de alcohol en plena ley seca.

Vivir de noche

Joe Coughlin, un ladrón de poca monta, deja atrás su pasado militar y se pasa al lado más oscuro trabajando para uno de los mayores capos de la mafia italiana, Maso Pescatore que estaba en plena guerra con el irlandés Albert White. Una misión lejos de Boston le lleva hasta Tampa, en Florida donde correrá no pocas aventuras al lado de su Robin particular, su brazo derecho y ejecutor, el spaghetti Dion Bartolo.

Lo mejor de Vivir de noche no son los numerosos tiroteos, en lujosas mansiones con secreto o en persecuciones sobre ruedas después de robos de banco, algo que Ben Affleck había mostrado en The Town, sino la ambientación y la fotografía en detalle de una época en la que la violencia estaba a la orden del día con asesinatos a mansalva y atentados ordenados por hombres sin escrúpulos sedientos de poder que en la sombra controlaban la ley y a sus agentes como el inspector de policía, padre de Joe o el sheriff de Tampa. Los sobornos, chivatazos, confidencias a medianoche, trapicheos o chantajes eran continuos en este mundo criminal del que Ben Affleck quiere hacerse dueño. En realidad desea vengarse de aquel que acabó con el que él creía el amor de su vida, una femme fatale, nacida en los bajos fondos que hará cualquier cosa con tal de escapar de su destino. Frente a ella está la afrocubana Graciela Corrales, una socia primero y una fiel pareja después a la que nunca se le ocurriría traicionarlo frente a sus enemigos.

Vivir de noche

En Tampa podemos encontrar de todo. Integrantes del Ku Klux Klan que queman cruces gigantes frente a garitos de gente de color, jóvenes predicadoras que han coqueteado con las drogas y que ahora defienden la gracia de Dios y se enfrentan a todo aquel que peca con sentido o disfruta con el juego y el alcohol, un negocio con muchos amos. Sus habitantes lucen con orgullo, a la luz del día, una máscara que por la noche dejan en casa cuando salen a pasear por clubes de mala muerte o visitan locales y antros donde la prostitución es un mandamiento y el sexo fuera del matrimonio no es algo pecaminoso.

Los ángeles y los demonios no tienen alas y están entre nosotros. Joe Coughlin sufre con cada muerte que no puede evitar, siendo para algunos pocos un salvador y para otros un hombre corrupto de moral insalvable que intenta lleva al ser humano a su destrucción. Un Dos Caras sin moneda pero siempre con un as en la manga que duerme con un ojo abierto atento al momento en que la suerte le sea esquiva. Espera que la Muerte le visite y se vengue, tal y como él hizo antes, de todo el mal que él ha causado y del que no se ha arrepentido. Un personaje tan complejo como este merecía mejor interpretación pero tampoco podemos pedirle mucho al bueno de Ben, que todavía no se ha recuperado de las iniciales críticas que recibió por parte de muchos de los fans de DC Comics cuando se enteraron de que iba a interpretar al gran murciélago nocturno de Gotham.

Quedémonos con eso, con el intento y las ganas y también con algunas actuaciones de notable, como las de Brendan Gleeson o Chris Cooper que suman a un aprobado resultado. Vivir de noche no daña a la vista y eso ya es mucho en este mundo hollywoodiano plagado de secuelas y remakes de menor categoría. Ya habrá tiempo para otros Argo más ambiciosos.

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