Márgenes 2018: «La vendedora de fósforos» de Alejo Moguillansky

El cine más independiente ha encontrado en la frontera entre la ficción y la realidad un territorio muy fértil. La vendedora de fósforos, el largometraje de Alejo Moguillansky que ha obtenido una Mención Especial del Jurado en el festival Márgenes 2018, es un nuevo ejemplo de los buenos frutos que dan las hibridaciones cuando se hacen con talento.

La vendedora de fósforos
El cineasta argentino, autor de obras inclasificables como El loro y el cisne o El escarabajo de oro, parte de un hecho real, los ensayos de una ópera basada en el famosísimo cuento La cerillera, para construir en La vendedora de fósforos una historia donde se confunden los cada vez más difusos límites entre personas y personajes, y se apuesta por un extraño collage donde se dan cita la metaficción, las referencias a filmes como Al azar, Baltasar y Hasta que llegó su hora o la situación social de Argentina, patente en la particular historia de ese director escénico de la obra y su esposa que tienen que hacer milagros para salir adelante con una hija pequeña a su cargo, que se convierte en una versión sui generis de la protagonista del relato de Hans Christian Andersen que da título al largometraje.

Moguillansky engarza en La vendedora de fósforos elementos tan dispares con una extraña facilidad y sin miedo a parecer pretencioso. Puede que lo sea en alguna medida, pero no es menos cierto que su manera de aglutinar ingredientes tan dispares deja patente un peculiar talento. Parece como si cada una de las partes dialogara con el resto por contaminación. Cada uno de los fragmentos se une con los demás a través de analogías inesperadas. No hay ningún tipo de complejo a la hora de mezclar comentario político, crítica social, historia romántica, documental o el enredo más cómico. Como ocurriera en La academia de las musas, la notable película de José Luis Guerín, nos encontramos ante una particular trampantojo donde es mejor dejarse llevar.
Quizá no indague demasiado en todos los asuntos que trata, pero el conjunto funciona y, a diferencia de otras muchas cintas situadas en los márgenes, no desdeña nunca el entretenimiento. Es tal la acumulación de tramas, referencias e ideas que el espectador mínimamente inquieto no podrá apartar la vista de la pantalla.

A todo ello contribuye una estupenda dirección de intérpretes profesionales y no actores que atenúan un tanto las nada ocultas costuras de esta peculiar colcha cinematográfica llena de retazos de diversos géneros y películas.

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