Todos hablan de Jamie, una adición positiva y feel-good al cine queer

“Esta historia realmente ocurrió. Luego le añadimos canciones y bailes”: con este mensaje arranca Todos hablan de Jamie. Efectivamente, en 2011 un documental televisivo seguía el viaje de Jamie Campbell, un joven de 16 años en Sheffield (Inglaterra) que sueña con ser drag queen. En 2017, su historia llegó a los escenarios del West End londinense en formato musical, donde fue muy bien recibido y se sigue representando hasta hoy. Tras varios retrasos de su fecha de estreno, llega su adaptación cinematográfica de mano del primerizo Jonathan Butterell, quien también dirigió el musical.  

Todos hablan de Jamie

Max Harwood debuta en el cine con el papel protagonista de Jamie New, dándole la extravagancia que el personaje requiere pero con toques de sutileza que apuntan a su mundo interior. Le acompaña un sólido elenco de secundarios entre los que se encuentran Sarah Lancashire, que da vida a su comprensiva y sacrificada madre, y Lauren Patel como su empollona compañera de clase, pero quien más destaca es el gran Richard E. Grant en una enternecedora interpretación como Hugo, mentor de Jamie y personaje que encarna el legado histórico de la cultura drag. También cuenta con Shobna Gulati, que repite el rol que interpretó en el West End, y un breve pero impactante cameo de Joel McCrea, quien originó el papel de Jamie. 

No es inusual que el director de una obra teatral repita su rol cuando llega la hora de transportarla a la gran pantalla, pero no siempre es la mejor decisión. Algo habitual es que se note la falta de soltura en el medio, y este caso no es una excepción. La dirección resulta aburrida y poco vistosa, a menudo confiando en que las coreografías brillen por sí solas en los grandes números musicales (cierto es que las coreografías son muy molonas), mientras que parece no confiar tanto en las baladas, ya que decide complementarlas con flashbacks y cutaways que distraen nuestra atención. No obstante, las excepciones se hallan en números dinámicos como el inicial, que recrea el juego con las mesas escolares luminosas del musical; ‘Spotlight’, con su fantasioso cambio de escenario al añadir luces de colores y bolas de discoteca, y transformar unas limpiadoras en backup singers; o ‘Work of Art’, que se inclina por una interesantísima estética de videoclip, y es el momento que más luce visualmente. 

Todos hablan de Jamie

Otro síntoma de contar con el mismo director que el del musical es que a nivel narrativo Todos hablan de Jamie arrastra algunas de las debilidades del material original, las cuales no trata de adaptar a este nuevo medio. Véanse los múltiples clichés en los que cae, la uniformidad de la masa de compañeros de colegio que tan gratuitamente cambian de opinión, la falta de motivaciones claras del personaje antagonista (la profesora Mrs. Hedge, interpretada por Sharon Horgan), o algunas letras un tanto débiles; pero los escasos cambios por los que opta me resultan acertados, especialmente en relación a las canciones.

Soy bastante fan del musical, pero admito que no me apena la ausencia de ciertas piezas de las que la película justificadamente prescinde. Además, tenemos aquí un rarísimo caso de una canción original escrita exclusivamente para la ocasión que se convierte en una de las mejores que tiene que ofrecer (me viene a la mente el caso de las olvidables ‘Suddenly’ en Los Miserables o ‘Beautiful Ghosts’ en Cats). Se trata de la escena en la que Jamie conoce a su nuevo mentor, un hombre mayor llamado Hugo, quien le cuenta su pasado como drag queen. En el musical, la canción que acompaña el momento se dedica a narrar la “leyenda” de Loco Channel (el alias drag de Hugo), mientras que la película la sustituye por ‘This Was Me’, un nostálgico pero amargo viaje por la historia queer de los 80 y 90 en Reino Unido visto a través de material de una cinta VHS que recoge los recuerdos de Loco Channel. El montaje y la música homenajean la cultura drag, la lucha contra la represión política, el activismo LGTB y las víctimas de la epidemia del sida en un precioso y emotivo repaso de la época, y además introduce la idea de la presión intergeneracional y el respeto hacia aquellos que lucharon, un tema muy necesario en esta historia de perspectiva tan joven e inocente. “El drag no es solo una serie de televisión, es una revolución”, reflexiona Jamie tras esta escena, que es, sin duda, el punto más fuerte de toda la película. 

Todos hablan de Jamie

En el contexto de una película tan llena de brillo y purpurina que primordialmente pretende entretener y hacer accesible una historia LGTB para el público general, es admirable la cantidad de temas complejos ligados a la experiencia queer que se dejan ver. Además de la presión intergeneracional, se explora la falta de autoestima, la homofobia interiorizada o el valor de esconderse tras un personaje. Tanto la comunidad como personas aliadas podrán disfrutar de y conectar con esta película, a mi parecer mucho más auténtica y cautivadora que recientes ejemplos comparables como The Prom, con quien comparte bastantes similitudes. Por suerte, la presencia de James Corden no es una de ellas. Más puntos para Jamie. 

Todos hablan de Jamie es una celebración desvergonzada del drag que nos plantea un mundo en el que la homofobia y los estigmas sociales se pueden resolver fácilmente, pero es esta simpleza en su funcionamiento la que hace que sea una película tan feel-good, y, como hemos visto, no deja de lado algunos temas más serios con los que podemos simpatizar, conectar y, al menos por mi parte, soltar alguna lágrima. 

Todos hablan de Jamie (Jonathan Butterell, 2021) ⭐️⭐️⭐️½

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