The artist, el milagro del cine

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¿Una película muda y en blanco y negro en pleno 2011 puede convertirse en la sensación del año? Pues parece que eso es lo que está pasando con The artist. La crítica rendida a sus pies y parece que el público también. Por una vez, todos de acuerdo. ¿Es para tanto? Pues sí es para tanto y más. The artist es de esos milagros que le suceden al cine de vez un cuando: ese extraño momento en que el talento y las intenciones se tiñen de magia y hacen que lo que podría haber sido un extraño y simpático experimente alcanza las cotas de Obra Maestra.

La historia de The artist ya la hemos visto otras veces en el la pantalla: el declive de una estrella de Hollywood en la época del cine mudo ante la aparición del sonido. Además es un argumento que ha dado cintas tan incontestables como Cantando bajo la lluvia, El crepúsculo de los dioses o Cautivos el mal. De todas ellas bebe Michel Hazanavicius consciente de que su película será comparada con éstas. En contra de suponer un lastre The artist asume estas referencias sin miedo y les da las gracias. Y de paso hace una reverencia a Meliès, Hitchcock, Lubitsch, Tati, Buñuel, Kelly, Donen, Minelli, Wilder, Chaplin… Palabras mayores.

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Pero que no tenga miedo el espectador. Esto no es un Quién es quién de la historia del cine para ver cómo de listos somos. The artist es sobre todo una película cercana y humilde a la vez que enorme y compleja. Aquí no hay impostura ni pretenciosidad. Y esta es una de las grandezas que atesora: el trato al espectador como un igual, sin mirarle por encima del hombro y con la intención, para muchos deleznable, de entretener al patio de butacas.

En The artist hay lugar para la sonrisa, la carcajada, la lágrima y el movimiento de nuestros pies. Hay que tener sangre de horchata para no querer echar a bailar en ciertos momentos; otras veces, la mayor parte del tiempo, estaremos con una tonta sonrisa en los labios; y un par de veces una lágrima surcará nuestra mejilla con las peripecias del personaje interpretado por Jean Dujardin. Por mi parte, el actor francés ya puede ir haciendo sitio en sus estanterías para todos los premios del año. Su interpretación demuestra lo acertado del verbo play en la lengua inglesa: juega con nosotros y juega con su cuerpo con una aplastante belleza, como un Michael Jordan o un Roger Federer del cine demuestra que un actor es un atleta que usa todos y cada uno de los músculos de su cuerpo desde la frente a los pies.

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Michel Hazanavicius sabe del animal cinematográfico que tiene ante su cámara y no hace más que crecerse para dar el máximo en un pulso actor-director donde todos salimos ganando. En cada escena de el director se plantea un salto mortal, un reto estético, de fotografía, montaje o escenografía del que siempre cae de pie, sano y salvo y lo que podría haber sido un mero artilugio se convierte en belleza cinematográfica de primer calibre.

Y al final se pregunta uno, ¿de qué sirve tanto 3D, THX, IMAX y demás cosas de esas? Pues, sin talento, de nada. De lo mismo que sirven el sonido y el color. Porque The Artist es la película más moderna, innovadora y radical que hay actualmente en cartelera. La película del año.

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