La gran estafa americana, una gran cantidad de grises

Tal y como comentaba el compañero José Luis Merino en su crítica de 12 años de esclavitud, hay películas que se estrenan con tantas expectativas a sus espaldas que a veces nos cuesta valorarlas en toda su dimensión. Algo parecido, pero en sentido inverso, está ocurriendo con La gran estafa americana: no es para tanto será la cantinela más oída al público a la salida de los cines que irán a verla a raíz de sus 10 nominaciones a los Oscars. Lo que sí está claro es que de las nominadas que hemos visto por ahora es la menos obvia de todas: no trata ningún tema importante, no es ningún acontecimiento cinematográfico y ni siquiera es divertida para, supuestamente, ser una comedia. La gran estafa americana es más sutil que todo eso.
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Blue Jasmine, Woody Allen haciendo cine social

Cita anual con el maestro, y como siempre que habla el maestro nosotros nos tenemos que callar. Incluso cuando se equivoca tenemos que guardar silencio porque hasta de esos errores se aprende. Y porque es el maestro, porque lleva lo que lleva a sus espaldas se le debe un respeto y un compromiso, el de estar, año tras año hasta que la luz se apague, sentado en la butaca a ver que nos tiene que contar, con qué nos quiere remover el alma. Woody Allen haciendo cine social. Si me lo llegan a decir hace un tiempo hubiera soltado una carcajada. Pero la actualidad manda, y esta crisis que estamos viviendo ha afectado hasta a los protagonistas de las películas de Allen, la clase alta. Esa clase alta rancia, que se cree que se merece estar donde está por encima de los demás, y si de paso pisotea al resto mejor.
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