Objetivo: Washington D.C., terrorismo descafeinado
Tras una gañanada tan cafre y absurdamente patriótica como Objetivo: La Casa Blanca —una suerte de La jungla de cristal hipervitaminada que cogía la mala leche de la original y la juntaba con la espectacularidad de la cuarta parte—, nos llegó una secuela titulada Objetivo: Londres que se quedaba mucho más corta en cuanto a todo lo que nos proponía. Por algún motivo que se me escapa, la progresión descendente de esta saga sigue su curso y la trilogía se cierra con una Objetivo: Washington D.C. sorprendentemente descafeinada y que…
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