Star Wars: Los últimos jedi

Star Wars: Los últimos jedi, el sabotaje del mito

En la primera escena de Star Wars: Los últimos jedi, Rian Johnson, su director y guionista, ya plantea algo que seguro no gustará a muchos: Poe Dameron se cachondea vilmente del exageradísimo personaje interpretado por Domhnall Gleeson. Tras un gran batalla espacial que no acaba del todo bien, veremos a Rey entregando el sable láser a Luke Skywalker (recordemos que así acababa El despertar de la fuerza) y la reacción de este no es precisamente la que todos esperábamos. En solo diez minutos nos debe de quedar claro que el objetivo de Johnson es justo lo opuesto al del Abrams de la anterior película: si El despertar de la fuerza abrazaba la nostalgia como motor, Star Wars: Los últimos jedi se tira de cabeza a la desmitificación de los héroes (y los villanos) y al cuestionamiento del mismo concepto de “la fuerza”.

Star Wars: Los últimos jedi

De hecho, nada sale bien para nuestros héroes. El intrépido Dameron se revela como un tipo que no ve más allá de sus narices poniendo a todo el mundo en peligro; Luke, el que en un momento fue considerado una nueva esperanza, peca de desconfiado, perdiendo la visión del presente de tanto obsesionarse con el pasado; Rey, en cambio, acaba confiando demasiado en sus capacidades a pesar de ser una aprendiz que verá que no todo depende de su voluntad; incluso Finn y su compañera de aventuras Rose cometen un error garrafal detrás de otro, siempre bienintencionado. Por no hablar de unos villanos que de tan humanos que se tornan acaban siendo traicionados por su propia ambición. Y todo esto sin entrar en los pantanosos terrenos del spoiler que nos dan la clave en las frases de un par de personajes: los errores, sobre todo el error de mirarnos continuamente el ombligo, son los que nos hacen avanzar y tenemos que luchar por lo que amamos, no contra lo que odiamos.

Rian Johnson tiene más que claro la película que quiere hacer, y le han dejado. Si el peaje a pagar es introducir unos pingüinos enanos que alimenten la maquinaria del merchandising que menos que pongan de los nervios a Chewbaca antes que a nosotros (no te miro a ti, querido Jar Jar). Así, Star Wars: Los últimos jedi dinamita una y otra vez las esperanzas y la teorías alambicadas sobre el origen de Rey o los planes del malvado Líder Supremo Snoke mientras abre nuevos frentes que nos hacen esperar rotundos giros de guion que nunca acaban de llegar (ejemplo de ello son las resoluciones de las tramas protagonizadas por Laura Dern y Benicio del Toro). Rian Johnson viene a decirnos que a veces las cosas no hay que tomárselas tan en serio y que analizar un trailer fotograma a fotograma intentando encontrar claves ocultas solo te puede llevar a la decepción. Por ello no es de extrañar que sea este grupo de fans tan dado a la especulación el que esté tan enfadado con la película.

Star Wars: Los últimos jedi

Star Wars: Los últimos jedi triunfa donde El despertar de la fuerza no lo hacía (y no quería) al proponer nuevas vías donde llevar la saga. La película de Abrams pecaba de falta de originalidad narrativa mientras que la de Johnson es todo ambición, a veces ciertamente desmedida, y buena muestra de ello es la subtrama de Finn y Rose que funciona a la perfección a nivel temático (hay hasta una reflexión sobre lo inmoral e hipócrita del comercio armamentístico en ambos bandos) pero lastra el ritmo de la película en ciertos momentos. Aún así, el juego de espejos sigue en pie pero no por ello se lastra la narrativa: la relación Rey-Luke no deja de tener ecos del entrenamiento de Luke-Yoda, con similar resolución; mientras la dinámica de Rey y Kylo Ren tiene momentos que recuerdan al de Luke y Vader en El imperio contraataca. De paso, la película no tiene miedo en homenajear a clásicos de ayer y hoy de forma sutil, siendo esta finalmente una de sus principales bazas. Porque Star Wars: Los últimos jedi  es quizás una película demasiado sutil en cuanto a lo que quiere desmontar y en los temas que quiere plantear, en una saga que nunca se ha caracterizado por querer ser demasiado profunda, si exceptuamos las inquietudes políticas (y visuales) de las precuelas dirigidas por George Lucas.

De todos modos, Star Wars: Los últimos jedi se ahoga en su ambición narrativa y temática demostrando que sus 150 minutos son ciertamente excesivos y difíciles de manejar. Hablamos de una película que llega a tener hasta cuatro tramas abiertas al mismo tiempo (Poe, Finn, Rey y Ren) y que no siempre fluyen orgánicamente. Un mal menor, fruto del deseo de Johnson porque todos sus personajes principales acaben teniendo un arco que les haga ver que equivocarse forma parte de la vida y que las expectativas son malas consejeras. Aunque no todo está perdido, porque en una suerte de escena semifinal vienen a decirnos que nunca hay que perder la esperanza.

Star Wars: Los últimos jedi

Ahora solo nos queda ver como retoma J.J. Abrams la saga, que dirigirá el episodio IX, abriendo una gran pregunta: ¿Le enmendará la plana a Johnson volviendo a mitificar a los personajes plegándose a la tradición?

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