Festival de Sitges 2018: LA CASA DE JACK de Lars Von Trier

Muchos años han pasado desde que Lars von Trier no se ponía detrás de una cámara para dirigir. Cinco concretamente desde el estreno de Nymphomaniac. Pero tampoco podemos decir que durante estos años haya permanecido totalmente desaparecido. Su declaración en la que afirmaba ser un alcohólico drogadicto no cogió a nadie por sorpresa. Ya pocas cosas podían sorprendernos tras las declaraciones polémicas de 2011 en las que se mostraba simpatizante con la causa nazi. Se rumoreaba que su próximo proyecto iba a ser una serie de televisión de un psicópata asesino. Finalmente la serie acabo convirtiéndose en La casa de Jack una película protagonizada por Matt Dilon y que esta semana pudo verse por primera vez en España, dentro del marco del Festival de Sitges.

La casa de Jack
Aquellos que creían que no echaban de menos a von Trier pudieron volver a darse cuenta de que es uno de los directores vivos más importantes del siglo. La casa de Jack es probablemente su película más personal, utilizada casi como instrumento para pedir perdón por todas las polémicas que ha arrastrado, a la vez que reivindica su condición como artista. Matt Dilon es claramente su álter ego, la simple idea de que el protagonista sea un hombre (hay que remontarse muchos años atrás para encontrar un film no protagonizado por una mujer) es una declaración de intenciones, y el hecho de que considere todos sus asesinatos como obras de arte es otra evidencia. Jack es un psicópata que está declarando todos sus pecados a Virgilio mientras desciende a los infiernos por el rio Aqueronte. Repasa toda su vida, desde su primer asesinato hasta el momento en que es descubierto. Descubrimos una persona totalmente escrupulosa y metódica con sus crímenes (del mismo modo que Lars con sus películas) y que poco a poco va dejándose llevar y aumentando la atrocidad y violencia de sus asesinatos. Jack es un personaje moralmente horrible pero simpatizamos rápidamente con él, debido principalmente al fantástico tono humorísitico que impregna toda la película.

Es difícil averiguar si La casa de Jack es otra provocación del director danés (que no tiene ningún problema en hacer un repaso explícito de su filmografía para reivindicarse como artista) o una película que la ha servido como terapia para demostrarse cosas a sí mismo. Quizás lo más probable es que sea ambas cosas. La única gran duda que genera es qué vendrá después de esto. Lars no puede estar eternamente obsesionado con todas las acciones de su pasado y en algún momento tendrá que mirar al futuro. O no, quién sabe. De momento lo realmente importante es que siga existiendo un futuro cinematográfico para este director, al que es muy difícil separarlo de su obra. Pero qué es una película sino la plasmación de las obsesiones y preocupaciones de una persona a través de imagen en movimiento. El problema es que algunos se esfuerzan en ocultarlo mientras que otros hacen de esto un juego provocativo que la mayor parte de veces resulta la mar de divertido.

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