Sitges 2017: MOM AND DAD, cariño me he cargado a los niños

Mom and dad aterrizó en Sitges como una de las propuestas más gamberras de la sección oficial. Y no es para menos teniendo en cuenta que detrás de la cinta se encuentra el director estadounidense Brian Taylor. Entre sus trabajos, compartiendo el título de director con Mark Neveldine, destacan su delirante díptico de Crank (Veneno en la sangre y Alto voltaje) y su último y desastroso proyecto, Ghost Rider: Espíritu de venganza, camino en convertirse en film de culto. Precisamente en Mom and dad, su primera incursión como director en solitario, vuelve a contar con la participación de Nicolas Cage.

Mom and dad

Mom and dad es un film que gira en torno a una premisa brillante: una epidemia global que convierte a los padres en potenciales asesinos de sus propios hijos. Ser padre es difícil y son miles las situaciones en las que estos han fantaseado con deshacerse de sus hijos (aunque sea una fracción de segundo). El amor profundo que les profesan choca en ocasiones con la situaciones desesperantes que han de superar para ser buenos patriarcas y matriarcas. Nicolas Cage y Selma Blair son padres de dos niños adolescentes que tienen los típicos síntomas insufribles de la pubertad. Cuando llega la epidemia esta les sirve de excusa perfecta para llevar a cabo de forma inconsciente una venganza. El problema es que la venganza es de proporciones muy grandes y su último objetivo es la muerte. Lo delirante y cómico de la situación se mezcla con el sufrimiento y agonía de los hijos intentando sobrevivir. Una de las paradojas más interesantes que plantea el film es que los padres, al conocer la noticia de la epidemia, tiene un primer instinto de acudir rápidamente a proteger sus hijos sin saber que cuando estén delante de ellos tendrán ganas inevitables de asesinarlos.

El despropósito narrativo de Mom and dad esta en sintonía con el ritmo de montaje y estilo visual del director, muy parecidos a los utilizados en Crank. Todo en la película contribuye a crear diversión ante una premisa que priori debería producirnos sensaciones totalmente contrarias. Buena parte de la culpa de todo esto la tiene Nicolas Cage, utilizado principalmente como parodia de sí mismo y explotando su potencial como meme emblema de las redes. Incluso la duración de la película, ochenta minutos, contribuye a que la obra sea un delicioso entretenimiento para el espectador y que incluso permita lecturas profundas no solo sociales sino también sobre la concepción de una película.

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