¡Shazam!

¡Shazam!, el hombre chispitas

Venga, lo voy a decir directamente: ¡Shazam! es la mejor película del universo cinematográfico de DC.

¡Shazam!

Que sí. Que ya sé que en realidad eso no tiene mucho mérito, que la única buena era Wonder Woman y que incluso aquella flojeaba cosa mala en el tercer acto. Y también que hablar de ¡Shazam! en estos términos es una tontería, puesto que el DCEU ahora mismo está prácticamente desmantelado y con sus supuestos pilares —el Superman de Henry Cavill y el Batman de Ben Affleck— desaparecidos en combate. 

Imaginad una suerte de Spider-Man: Homecoming igual de bien integrada en su propio universo compartido, plagada de guiños y referencias a éste, pero sin poder meter cameos de los otros superhéroes porque la productora no sabe qué coño hacer con ellos y los actores que los interpretan han huido por patas de ahí. ¿Molaría igualmente? Sí. Pero se haría raro.

Dejando polémicas a un lado, ¡Shazam! es una delicia. No es tanto un blockbuster de superhéroes al uso, sino más bien una comedia ligerita para toda la familia: una suerte de remake de Big con superpoderes, con un reparto estupendo que levanta a base de encanto y carisma unas escenas plagadas de diversión y momentos minuciosamente calculados para tocarle la patata al espectador. No habrá aquí una batería de chistes constantes, ni un intento de lograr un equivalente DC de Deadpool para todos los públicos (aquello ya lo tuvimos en la magnífica Teen Titans Go: La Película), porque esto es otra cosa. Esto es más pequeño. Más íntimo. Más encantador, en cierto modo.

Pero ojo.

¡Shazam!

Me veo moralmente obligado a advertir a toda persona que pretenda llevar a su progenie al cine de que cabe la posibilidad de que los más pequeñuelos de la casa se jiñen de arriba a abajo con alguna de las escenas firmadas por David F. Sandberg. A priori, podía chocar la elección del director de Nunca apagues la luz o Annabelle: Creation para una película supuestamente kid-friendly. Pero quien la vea no tardará en darse cuenta de que Sandberg no renuncia a sus orígenes y coquetea constantemente con el terror. 

Sin pasarnos, claro. No deja de ser un terror suavecito, como el que podríamos haber visto en películas de los ochenta como Gremlins o Los zazafantasmas, de ese que a un adulto no sobresaltará ni lo más mínimo pero que para un crío tiene el potencial de provocarle traumas y pesadillas durante el resto de su infancia. Imaginad la escena de los monstruos de la fosa en Aquaman, pero menos bonita y multiplicada por cuarenta y dos. 

Yo he avisado.

Por supuesto, esto me lleva a hablar del villano. Ni falta hace decir que también es el mejor de todo el DCEU porque me sabe hasta feo tener que compararle con el bigote de Ares o con los dos moñigos de Escuadrón suicida. Mark Strong está tremendo, de verdad: divertido cuando toca serlo y aterrador cuando se lo propone. También podemos, hasta cierto punto, empatizar con sus motivaciones y conseguir que no nos caiga mal del todo. Sí, manda cojones que ¡Shazam! tenga ser la película con el mejor villano de este universo, pero también los mandaba fuerte que Aquaman fuera la más espectacular. Hay que reconocerle a Warner una cosa: previsibles no son.

¡Shazam!

Tampoco esperéis acción a raudales, puesto que la mayor parte de metraje consiste en dos niños —uno de ellos en cuerpo de un adulto con superpoderes— haciendo el cabra. Zachary Levi, Asher Angel y Jack Dylan Grazer sostienen sin problema alguno un film de superhéroes en el que no ocurre prácticamente nada superheróico hasta la última media hora. Aquí lo importante no es la batalla del bien contra el mal, sino el saber si el pobre Billy Batson encontrará por fin su lugar en el mundo.

Irónicamente, para cuando la pirotecnia hace acto de presencia casi parece que esté fuera de lugar. ¡Shazam! se reserva las hostias para el final, el problema es que quizá sean demasiadas de golpe y que los efectos especiales sean tan terribles. Entiendo que los productores no quisieran tirar la casa por la ventana con este personaje, porque tampoco lo necesita. Lo malo viene cuando nos encontramos con unos cromas chunguísimos que cantan La Traviata. Dicho de otra forma: usted no creerá que Zachary Levy puede volar. 

Por suerte, incluso en esos minutos que fácilmente podrían caer en la cutrez y el hastío, los guionistas nos reservan unas cuantas sorpresas y una buena colección de gags inesperados que nos dibujarán una sonrisa en la cara imposible de borrar hasta minutos después de los créditos finales.

Así que si nos olvidamos de los problemas presupuestarios e intentamos ignorar que forma parte de un engranaje averiado, lo cierto es que ¡Shazam! es una gozada. Pero de verdad. Es la clase de película con la que no te puedes enfadar. Muchas risas, algún susto, lagrimitas varias y unos personajes profundamente adorables a quienes no puedo esperar a volver a ver en pantalla grande.

Venga, DC. No rompas la buena racha.

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