La cinematografía portuguesa continúa siendo una gran desconocida dentro del panorama comercial español y normalmente solo accedemos a ella a través de lo que nos muestran festivales como este de Sevilla o el más reciente Filmadrid que dedicó una retrospectiva a Joao Pedro Rodrigues. Solo cineastas como Miguel Gomes, que estrenó con un año de retraso en España su trilogía de Las mil y una noches, Pedro Costa, cuyo Cavalo Dinheiro pudimos ver también en el SEFF y que tuvo posteriormente un reducido recorrido comercial, y Rita Azevedo Gomes (La venganza de una mujer se estrenó el año pasado en nuestra cartelera, siendo la película de 2012) han conseguido acceder con más o menos fortuna a nuestras salas. Ahora se presenta en Festival de Sevilla Ramiro obra del veterano Manuel Mozos.
Ramiro es el propietario de una librería de segunda mano que en el pasado publicó un libro de poemas y se enfrenta a una nueva obra. A su cargo tiene una adolescente embarazada y se rodea de unos peculiares amigos con los que intenta sobrellevar su existencia. Ramiro es un personaje pasivo que ve la vida venir tomando las decisiones imprescindibles. Un bloqueo vital del que tendrá que salir por todos los medios.
La ciudad de Lisboa, sus bares y esquinas sitúan una película que nos puede recordar al cine Aki Kaurismaki y Eugene Green con un humor esquinado, en voz baja, sin impostar en demasía el tono tragicómico. António Mortágua da voz y cuerpo a un personaje con el que cuesta empatizar pero al que acabamos apreciando en el momento que decide tomar las riendas de su vida.
Mozos usa un arcaico 4:3 que refuerza una pasión por el pasado que en ningún momento se siente nostálgica y que esconde un fondo de esperanza de reivindicación de una vida que se niega a ser conformista. Todo ello al más puro estilo portugués de ver pasar la vida entre la pasión y la apatía.
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