Ocean’s 8, Stacy Malibú tiene un sombrero nuevo

No falla: película que protagonizan mujeres, película que cuarentones descerebrados viviendo con sus padres quieren boicotear porque no es lo que ellos quieren ver. En Star Wars ahora hay más mujeres, en ‘Cazafantasmas hay mujeres y las ladronas de Ocean’s 11 ahora son mujeres. Y qué queréis que os diga, ojalá la próxima Indiana Jones sea una chavala de 30 años con látigo, sombrero y ganas de recuperar tesoros arcaicos. Porque, os guste o no, todos merecemos varios iconos en los que poder vernos reflejados. Ojalá el problema de Ocean’s 8, por otro lado, fuera que el reparto está constituido por mujeres. Al contrario: la idea es fresca y estupenda, y todas ellas, sin excepción, parecen estar disfrutando como nunca interpretando a estos personajes. El público, sin embargo, no se lo pasa tan bien como ellas. Lo que podría ser una película original, loca y divertida en la que explotar los giros de guión y reírse de los tópicos del género termina siendo más de lo mismo y con un tramo final que duerme a cualquiera.

Ocean's 8

La (oportuna) hermana de Danny Ocean decide llevar a cabo un plan para hacerse con el Toussaint, un collar de 150 millones de dólares (antes eran casinos y museos, pero claro, antes eran hombres y queriendo hacer una película feminista les ha salido un tópico horrible), para lo que monta un equipo de siete mujeres (oh, vaya, pero la película se llama Ocean’s 8, menudo giro nos tienen preparado por el camino, seguro que no os lo oléis) que se lo roben a una famosa en medio de una gala en el MET y lo sustituyan por un collar hecho por ellas mismas. El robo perfecto, por cuarta vez.

Ya sabéis lo que vais a ver en Ocean’s 8 antes de entrar: un plan de robo perfecto y medido hasta el último detalle en el que puede que haya algún traspiés por el camino (en este caso, uno, que solucionan tras tres minutos). El problema es que, una vez cometido el delito, antes de pasar a las consecuencias, ‘Ocean’s 8’ decide recrearse en un tercer acto innecesario en el que un detective privado (James Corden, más molesto de lo habitual) investiga lo que ha ocurrido metiéndose en vericuetos que a ninguno de los espectadores le importarán lo más mínimo.

Para cuando todo se soluciona, la vida de este equipo de ladronas no nos importa ya demasiado. Lo que podría ser una tópica pero resultona historia de hora y veinte minutos se transforma en un insoportable film de dos horas sin que nadie entienda muy bien el porqué. Los giros no son interesantes (en parte porque Sandra Bullock tiene siempre esa sonrisa de que todo va según su plan, así que tampoco hay nunca una posibilidad real de que no triunfe), y la sensación que no hay sin fisuras no se va en ningún momento, por lo que la tensión, la emoción y la imprevisibilidad se diluyen.

Ocean's 8

A este guión escrito con pocas ganas de sorprender se le añade una dirección pobre y que no arriesga en ningún momento, más similar a un episodio de televisión que a un blockbuster. Se limita a mostrar en mostrar el robo de forma lineal y sin grandes accidentes, pero sin ningún despliegue especial. No queda nada del Gary Ross de Pleasantville aquí, mientras que queda mucho del Steven Soderbergh de Ocean’s 11 en La suerte de los Logan, su último film. Sí, esta ha sido una comparación injusta, pero aún así, quizá hubiera merecido la pena darle el papel de director a alguien a quien le apeteciera.

El mejor punto a favor de Ocean’s 8 se encuentra en su reparto. Sandra Bullock y, especialmente, Cate Blanchett, están a su aire y hacen más por el papel que el guión y la dirección, Rihanna sorprende, y tanto Mindy Kaling como Sarah Paulson o Anne Hathaway son roles perfectos. Quizá sobre un poco en este mix una Helena Bonham Carter que debería ir pensando en dejar el histrionismo como base para cualquier papel.

Poco más hay que decir de Ocean’s 8, una película que no nace con la intención de revitalizar ni de continuar la saga, sino de, simplemente, estar ahí, rellenar cartelera y probar suerte. No es una película feminista (apenas hay un par de frases al respecto, como “No queremos hombres: por una vez queremos pasar desapercibidas”), sino la respuesta a unas tendencias de mercado. No hay un motivo real para que el grupo sea exclusivo de mujeres más allá que el de intentar llamar la atención en los cines aburridos de verano.

Le queda el consuelo de no ser la peor de la saga, pero triste consuelo.

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