Nocturna 2018

Nocturna 2018: THE INVOCATION OF ENVER SIMAKU, HE‘S OUT THERE, BOAR, PIERCING, ST. AGATHA…

Nada me gustaría más que empezar estas líneas diciendo que el Festival Nocturna 2018 se ha convertido en el Sitges madrileño, pero lo cierto es que es más bien el premio de consolación para los que no pudimos ir a Cataluña. Las películas no solo eran refritos de las proyectadas allí, sino que, además, se echaban en falta puntos fuertes más allá de la inauguración y clausura.

Nocturna 2018

No todo es malo, ni mucho menos: el equipo detrás de Nocturna se esfuerza para que esta sea una experiencia especial: este año trajeron a Don Mancini (el hombre tras la saga Muñeco Diabólico), se hicieron masterclasses y continuaron con la (muy sana) costumbre de poner un cortometraje delante del plato principal. Al igual que en las películas, se mezclaron algunos de dudosa calidad con otros que sí merecían la pena. En orden de peor a mejor, analizamos ahora lo que pudimos ver (algunos films, como Mirai, mi hermana pequeña, ya los “disfrutamos” en Donosti).

The Invocation of Enver Simaku (Marco Lledó Escartin) *

The Invocation of Enver Simaku

Se ven pocas películas tan fascinantes como esta, en la que se precisa una falta de talento muy específica para hacer que todo falle, tenga el ritmo inadecuado y no convenza a nadie. A caballo entre el documental (verdadero y falso) y la película convencional, nos lleva a Albania, donde se mezclarán los espíritus (el “Kukuth”) con los hechos históricos. Creo que, en general, nunca se ha hecho una película en la que se hable tanto para contarte tan poco. Un desastre sobre ruedas en el que la voz en off no para de sobreexponer todo lo que está ocurriendo, incluso aunque lo estemos viendo. Terrible.


He‘s Out There (Quinn Lasher) **

He's out threre

Esta es la historia de un psicópata con máscara rara que acosa a una familia en la típica casa del lago, pero que tampoco pone mucho esfuerzo en matar. Pone más empeño en encender la batidora para pegar sustos, cerrar puertas muy fuerte o hacer “¡Bu!” y salir corriendo. Como el espectador no entiende por qué está tan deseoso de cargarse a esa familia, el director incluye un momento en el que se sienta en la cama y cuenta su historia a las repelentes hijas para intentar dar una justificación al machetazo limpio, pero no funciona. Tan repleta de todos los tópicos del género (¡Vaya, parece que le han matado, pero… ¿Por qué ha desaparecido?!) como olvidable.


Boar (Chris Sun) ** y ½

Boar

Boar no aporta nada nuevo al género, los efectos especiales parecen hechos por los Teleñecos y tiene momentos risibles, pero, a ver, la película trata de un jabalí del tamaño de un pony cargándose gente en una zona rural de Australia. ¿Cómo no se va a disfrutar una película tan consciente de sus limitaciones y que abraza tanto la sangre, la persecución y la épica absurda? El desarrollo de personajes intenta cargarse la mamarrachez de Boar, pero no lo consigue. Porque, donde hay un padrastro dando consejos al novio de su hijastra sobre el matrimonio, siempre puede haber un jabalí metiendo su cuerno entre su nuca y la boca.


Piercing (Nicolas Pesce) ** ½

Piercing

Basada en una obra de Ryu Murakami, Piercing parece más interesante de lo que es. En el film, un hombre recibe señales de todos los sitios (incluido su bebé) que le indican que debe matar a una prostituta. El planteamiento es divertido, y la tensión está bien construida, pero esta trama, por sí sola, no aguanta el peso de toda la película. Hay giros, hay secuencias de ensoñación muy potentes, hay momentos enfermizos, pero no lo suficiente como para mantener la atención en un film que da demasiadas vueltas sobre sí mismo para, al final, contar una historia de cortometraje alargada hasta los 81 minutos.

St. Agatha (Darren Lynn Bousman) ** ½

St. Agatha

St. Agatha quiere causar shock en el espectador. Quiere ponerle contra las cuerdas, mostrarle imágenes enfermizas, hacer que se plantee sus barreras morales… Y lo hace tan bien, que se olvida de que la trama que las envuelva tenga sentido en algún momento. En un convento de Georgia, en 1950, unas monjas maltratan embarazadas para quedarse con sus bebés, hasta que una de las chicas decide escapar. Por el medio tenemos todo tipo de torturas, en un retorno a la nunsplotation (sin el componente lésbico) tan descarado y falto de clase que resulta simpático.

(CONTINUARÁ)

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