Monuments men, disfrutable ligereza

La carrera de George Clooney como director y guionista se viene moviendo entre los dramas intensos y profundos, normalmente con connotaciones políticas de por medio (Buenas noches, y buena suerte, Los idus de marzo), y los divertimentos sin más pretensiones de crear un cine ligero pero, aun así, adulto (Ella es el partido, Confesiones de una mente peligrosa). Para su quinta película Monuments men, Clooney adopta el tono ligero para una aventura con sabor añejo que aunque avanza a trompicones deja el buen sabor de boca de una película ideal para un domingo por la tarde.

Monuments men narra la historia real de un grupo de historiadores del arte que son reclutados para catalogar y recuperar diversas obras que están siendo expoliadas en Europa por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. En cierto modo, Clooney parece haber querido hacer un Ocean’s eleven van a la guerra con la particularidad de que en vez de haber una sola tarea, la película se va bifurcando en las diferentes pequeñas misiones que van ejecutando los historiadores: esta estructura da a la película un aspecto deslavazado que Clooney no consigue articular de forma orgánica, consiguiendo que la película parezca más una sucesión de capítulos de una serie que una narración cinematográfica convencional. En este sentido, me pregunto si no hubiese sido mejor hacer una mini serie contando en condiciones cada una de las misiones y dándonos tiempo de que conozcamos a los personajes.

Monuments men

Tener en un reparto a Damon, Murray, Goodman, Blanchett, Balaban, Dujardin, Boneville y, por supuesto, Clooney es una garantía de que nada puede salir mal y que al menos el interés del espectador estará asegurado aunque sea por el deslumbramiento de las estrellas. Clooney y su guionista, Grant Heslow, dan a cada uno de los actores personajes que parecen moldeados a sus respectivas capacidades que van desde el duo romántico de halo clásico que forman Damon y Blanchett, el cómico de Murray y Balaban y la honorable historia de amistad de Clooney y Boneville.

El mayor problema de Monuments men en esa pretendida ligereza de tono no acaba de funcionar porque Clooney no consigue que la comedia (que no risa) fluya bien, hundiendo a la película en la inanidad cuando debería haber sido todo lo contrario. Aun así, se disfruta.

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