Minari. Historia de mi familia

Minari. Historia de mi familia, la importancia de las pequeñas historias

Cuando el año pasado Bong Joon-Ho ganó el Globo de Oro a la mejor película extranjera dio uno de esos discursos que pasarán a la historia del cine: “Cuando sobrepasas la alta barrera de un centímetro de subtítulos, podrás ver muchas otras películas increíbles”. Tras su triunfo en los Óscar, el público se dividió en dos: los que creían que esta era una rareza y que nunca más veríamos una obra en habla no inglesa ganando premios en Estados Unidos y los que creyeron que era el comienzo de algo nuevo y emocionante. Minari. Historia de mi familia da la razón a los segundos.

Minari. Historia de mi familia

Igual que la portentosa The Farewell era una película profundamente china sin dejar de ser americana, Minari. Historia de mi familia es una película con un corazón tan coreano como estadounidense en la que se sabe conjugar la importancia del legado que traemos con el que dejaremos y en el que se nos muestra (solo en parte) un lado de la historia que muy pocas veces se ha contado en cine: el éxodo coreano en los 80 a Estados Unidos después de que el país levantara las restricciones contra la inmigración asiática en los 60. En apenas veinte años, pasó de haber apenas 11000 coreanos en el país a más de 290000, que emigraron en búsqueda de un futuro mejor para su familia. Esta es la historia de una de esas familias, y como todas las buenas historias tiene entremezcladas alegría, tristeza, carcajadas, llantos y mucho amor.

Antes de empezar, permitidme un apunte en el que no podía parar de pensar mientras veía Minari. Historia de mi familia: es sorprendente que una película que transcurre hace cuarenta años esté tan de actualidad ahora mismo, cuando parece que muchos han olvidado que emigrar a otro país no es una decisión sencilla y ser el diferente en un ambiente hostil nunca es fácil. Hemos evolucionado mucho y, tristemente, a la vez muy poco como especie. Quizá dentro de otros cuarenta años podamos ver otro Minari ambientado en 2021 y, esta vez sí, verlo como un vestigio del pasado.

Pero Minari. Historia de mi familia no incide en esta temática: sabe que los espectadores conocemos el telón de fondo y se centra en contarnos la vida más o menos mundana de una familia que decide mudarse de California a Arkansas para cultivar vegetales coreanos. Y, ya de paso, llevar desde Corea a la abuela para que pase los días con ellos preparando comida típica y viendo la televisión. Podría ser una aburrida historia más sobre personas que se sobreponen a la adversidad en un mundo antipático, pero es mucho más que eso: es una disquisición entre la tradición y la modernidad, entre el legado que te dejan y el que dejarás. Hay que conocer tu pasado para preparar tu futuro.

Minari. Historia de mi familia

Esta diatriba está representada en David, el hijo pequeño de la familia, y Soonja, la abuela, que tienen una de las relaciones más reales, complejas y bellas que hemos visto en el cine en los últimos años, representada por las flores de minari que Soonja planta en un lugar en el que nunca antes ha habido vegetación de ese tipo. Y como las flores, ella crece en su nieto, que comienza repudiándola y acaba siendo parte imprescindible de su vida. Es inevitable que ese toma y daca entre ambos (especialmente gracias al carácter único de la anciana) no se haga especial en nuestro corazoncito.

Esto es en parte gracias a la fabulosa interpretación de Yuh-jung Youn, que ya ha sido nominada al BAFTA y que debería ser más reconocida. Aunque es cierto que la actriz se come la película sería injusto no nombrar a Steven Yeun y Yeri Han, una dupla valiente y solvente que rompe estereotipos y otorga una sensibilidad especial al relato. ¡Ah! No olvidemos que esta es una obra de A24, la distribuidora y productora que desde 2013 se ha hecho imprescindible en el cine indie americano (suyas son First Cow, Saint Maud o Diamantes en bruto, por poner algunos ejemplos), lo que también dice algo sobre ella.

Se ha acusado a la cinta de ser aburrida, y puede llegar a serlo si no se entra con el pie correcto a verla: es una cinta repleta de historias del día a día, que hace más hincapié en el desarrollo de personajes que en hacer que la trama sea trepidante. Esto no quiere decir que no tenga nada que contar, ojo: se cocina a fuego lento hasta llevarte a un final que mezcla la desesperación con la esperanza, la tristeza con la melancolía, lo devastador con lo humano. 

Es, en fin, la vida.

Minari. Historia de mi familia (Lee Isaac Chung, 2020) ⭐️⭐️⭐️½

Minari. Historia de mi familia

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