La casa del tejado rojo, amor en tiempos de guerra

Yôji Yamada es probablemente uno de los mejores directores nipones que existen actualmente en el mundo del cine. Sus últimas obras se distancian de las tendencias heredadas de la nouvelle vague japonesa, caracterizada por el uso de la violencia y el sexo como temas centrales y que actualmente siguen recuperando muchos directores japoneses como Takeshi Kitano o Takashi Miike. Yôji Yamada busca otra herencia cinematográfica japonesa, igual de efectiva, pero totalmente opuesta. Deja de un lado a directores como Nagisa Oshima o Shohei Imamura y su gusto por la sangre y la brutalidad de las imágenes, y se acerca a un cine mucho más poético y delicado, encabezado por Kenji Mizoguchi y sobre todo Yasujiro Ozu. Tanto respeto y admiración le tiene Yamada a este último, que se atrevió con el remake de probablemente su mejor película: Cuentos de Tokio. Yamada ha sabido heredar de forma notable el estilo cinematográfico de Ozu, ya lo demostró precisamente en el remake Una familia de Tokio y lo vuelve a demostrar en La casa del tejado rojo.

La casa del tejado rojo

 La casa del tejado rojo podría ser una gran película sino fuera por el gran cúmulo de capas narrativas que acaban diluyendo el relato. La muerte de la anciana Taki Nunomiya inicia la obra y su sobrino, recuerda durante el metraje, aquellos momentos vividos con su tía, en concreto la biografía que estaba escribiendo. La película se centra en plasmar la vida de Taki, pero curiosamente la protagonista de esta no es ella, sino la mujer a la que servía como criada. Mujer que poco a poco sería tentada por la infidelidad en plena guerra mundial, en un momento inconcebible dentro del país nipón. Esta trama es suficientemente potente como para sustentar la obra, pero hay un abuso del uso de diferentes momentos en el tiempo con la intención de ocultar pequeños detalles decisivos en la trama que se podrían haber expresado de otra forma. Estas capas temporales no aportan demasiada profundidad al relato, diluyen la fuerza de la trama principal y la llenan de superfluas florituras. Pero la historia principal goza de un enorme encanto pese a ser un tema mil veces tratado. Taki encarna la figura del espectador, gracias a ellas exploramos la fase del enamoramiento entre dos personas que no debían enamorarse pero que inevitablemente lo hacen. Existe una sutiliza constante con la que se nos muestra esta infidelidad, sin dejar nada explícito, dejando volar la imaginación del espectador sobre los sentimientos, emociones y momentos íntimos de la pareja.

La casa del tejado rojo

Yamada hereda varios conceptos estilísticos de Ozu: Los planos siempre a la altura de la mirada de los personajes, la predilección por los interiores, los reencuadres a través de marcos de puertas y ventanas… Todos ellos aportan una mirada bella y poética al relato.

La casa del tejado rojo es una gran película sobre el amor, sin adornos, sin exaltaciones, un amor real pero reservado y personal, como la cultura nipona de esa época. Y lo realmente maravilloso es que también funciona a la perfección como obra histórica, que explora el progreso de varios momentos conflictivos de Japón. Todo eso sin salir de la casa en la que trabaja Taki, y ella, bajo su aparente timidez, vigila, escucha, aprende y conoce el significado del amor.

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