Bien pensado, aunque se presenten como feria excepcional y luzcan mucha lentejuela, las biografías fílmicas sobre triunfadores de todo tipo —y particularmente sobre gentes del mundo del espectáculo: músicos, intérpretes, cantantes— suelen incluir algún lado oscuro o señalar la cara oculta del fulgor de su estrellato. De alguna manera, los relatos de éxito social donde se subraya la fama y la admiración que suscitan esos personajes y que contribuyen a la creación del ídolo conllevan también su desmitificación por la vía de oponer el fracaso personal en el ámbito afectivo o familiar. Se ensalzan las cualidades heroicas de la estrella y, simultáneamente, se llama la atención sobre los pies de barro del ídolo. Esto venía sucediendo hasta hace bien poco, ahora, en el cine posclásico cobra más fuerza aún la desmitificación; y en el caso de Judy el guion parece tan empeñado en subrayar las adicciones, depresiones, desafectos y penas de la cantante y actriz que se ha olvidado por completo de mostrar su triunfo. Y la omisión de los años de gloria lleva la película a un desequilibrio que distancia al espectador. 

Judy

Judy opta por recrear los conciertos de Garland en Londres en el invierno de 1968, en la última etapa de su vida (uno de ellos está disponible en Youtube), subrayando la decadencia de la estrella. Por supuesto, se incluyen varios temas que tienen mucha fuerza, entre ellos el célebre “Over the rainbow” de El mago de Oz, cuando Garland tenía 16 años. En ese presente únicamente se indica su cualidad de “icono gay”, con la fugaz amistad con una pareja de admiradores, pero ni siquiera se evoca alguna canción junto a su hija Liza Minnelli. A partir de ahí se intercalan varios flashbacks con los inicios de la carrera: la relación con Louis B. Mayer y sus exigencias, rayando en la tortura psicológica, y la relación profesional con Mickey Rooney, ambos como actores adolescentes. Se insiste en la ingesta de anfetaminas, la adicción al alcohol y la anorexia inducida por la prohibición de comer para hacer de la niña una estrella. También queda patente cómo quiso estar cerca de sus hijos y el dolor emocional y la herida enorme que la separación le dejó durante mucho tiempo. 

Todo esto lleva a unas pinceladas más bien tristes, incapaces de trazar un esbozo mínimamente atractivo de la malograda cantante. Nada se nos dice de sus años de éxito, ni de sus matrimonios o de su vida personal; literalmente se omite el grueso de su carrera, entre los 40 y los 60: un agujero insalvable para dar cuenta con un mínimo de honradez sobre esta figura. La función no se viene abajo definitivamente gracias a que está apuntalada por Reneé Zellweger: una espléndida actriz que se mimetiza en Judy Garland a lo largo de las dos horas de película y se mete en el bolsillo a cualquier espectador.

Judy (Rupert Goold, 2019) ⭐️⭐️

[imdb]tt7549996[/imdb]
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