Ira (Wrath), ojo por ojo

Cuando uno tira una piedra a un lago, río o mar las ondas que se crean en la superficie del agua se expanden y crecen en tamaño a medida el tiempo avanza. El cortometrajista Jota Aronak consigue este mismo efecto con los sentimientos de aquellos que en presente están visionando su opera prima Ira. Nada hace prever al principio lo que luego va a darse intencionadamente. El director juega con nosotros poniendo a prueba nuestra propia moralidad, haciendo que nos cuestionemos la justicia que tenemos en nuestro país y provocando en nosotros un torrente de emociones que finalizan en una ira descontrolada ante lo que vemos, oímos y vivimos frente a nosotros. No nos creemos Iker Vélez, ese periodista que ve una mina de oro en el documental que está a punto de filmar, tampoco el acusado de asesinato que es liberado por falta de pruebas pero si que nos ponemos en la piel de César Mayo y entendemos todo lo que va a hacer con tal de vengarse de aquel que le ha arrebatado la vida a su hijo. Ira no es solo un falso documental y personajes en nada ficticios, también es una batería de preguntas que surgen casi sin querer pero que hacen daño ¿Qué haríamos en su lugar? ¿Seríamos capaces de quitar una vida humana por venganza? ¿ Creemos en la justicia que tenemos o por el contrario la nuestra personal es más verdadera?

Ira (Wrath)
El plan que se ha propuesto ejecutar el desesperado César incluye al periodista que actuará principalmente como testigo armado con una cámara, grabando cada avance, una crónica de un asesinato motivado por la injusticia de una sentencia. Aquí no hay una velada crítica al sistema, directamente lo hace volar por los aires demostrando con pruebas que es fácil engañar y preparar un una condena a la carta. César sabe que merece un castigo por lo que va a hacer pero no dejará que otros decidan el valor del mismo, convirtiéndose en poco tiempo en juez, jurado y verdugo.

No es fácil etiquetar un film como este. Su revolucionaria factura se escapa de cualquier molde conocido y eso lo hace muy pero que muy especial. Cualquiera que no tenga sangre de horchata verá hervirse la sangre ante escenas que jamás debían haberse producido, consecuencia de errores fatales o caprichos del destino. La teoría es una cosa y la práctica otra muy distinta y pronto este padre va a descubrirlo y a sentirlo en sus propias carnes perdiendo del control que creía poseer. Los planes más currados y los estudios más probados fracasan a veces golpeados por una realidad donde habitan el azar y la casualidad. Nada que ver con los ejemplos que desde Estados Unidos nos llegan donde se le concede mayor importancia a la acción y la violencia extrema con modelos alejados de nuestra realidad.

Ira (Wrath)

Ira enfrenta a la bondad con la maldad, a la justicia con la injusticia, a la mentira con la verdad, a la amistad y amor con el odio y a la vida con la muerte. En cada una de esas batallas tomamos nosotros partido ganando o perdiendo según le interese al director. No tiene una bola de cristal que le diga como vamos a reaccionar pero intuye el resultado final. Sabe que el aplauso va a darse puesto que lo ha preparado todo para que así sea. La onda se ha agrandado hasta límites insospechados imitada y multiplicada alrededor. Esa mezcla de imágenes de cámara fija y cámara móvil de mano no resulta nada incómoda. Si exceptuamos los conocidos movimientos bruscos o desenfoques que siempre aparecen y las subidas o bajadas de volumen que dotan de mayor realismo a lo que se está viendo el resto no molesta.

Aunque se ha paseado por festivales en Calella, Toulouse, Cáceres, Ciudad real o Córdoba recibiendo una buena acogida por el público y jurados, además de algún que otro premio y mención esto no va a hacer que llegue a exhibirse tal y como debería. Pocas van a ser las salas que lo tengan en su programa y solo el boca a boca puede salvarle de una exigua recaudación. Será una pena que pase desapercibida porque técnicamente resulta interesante y el tema invita a una reflexión larga y profunda.

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