Inferno, el mundo está loco, loco, loco

Inferno, tercera adaptación de una novela de Dan Brown y nueva decepción. No solo de acción y suspense vive Robert Langdon, un Tom Hanks al que ya los años le pesan una barbaridad. Si algo gustaba de este personaje eran sus teorías acerca de la simbología antigua y su reflejo en la edad contemporánea. Esto ya casi se ha perdido en favor de informaciones que todos podemos ya leer en la Wikipedia. Como tampoco está físicamente para tirar cohetes, las escenas de acción y las diferentes persecuciones en interiores o exteriores a la loca carrera tampoco son espectaculares ¿Entonces que queda? Bueno, a decir verdad lo que más impresiona son las localizaciones, en Turquía, Florencia y Venecia. Vuelven a mostrarnos algunos de los monumentos más importantes de la historia del arte por dentro y por fuera y en algún caso en sus entrañas y eso quizás salva a la película de la quema porque ver en pantalla grande Santa Sofía de Constantinopla, la basílica de San Marcos o el Palacio Pitti siempre es un lujo. Eso sí, sorprende que puedan pasearse por ellos como Pedro por su casa sin que nadie les detenga o que burlen todo tipo de seguridad como si nada. Dejan a los italianos en una mala posición cuando la realidad es muy diferente y es que protegen sus tesoros con una gran efectividad.

Inferno

Dante y su obra más famosa son usados como principio y final de una operación que tiene como objetivo la exterminación de una gran parte de la población mundial. La locura humana se desata justificando sus actos por amor a otro ser o al planeta Tierra. En Inferno realidad e imaginación se dan la mano y se entremezclan en una primera parte demasiado rápida y confusa dándose respuestas a las preguntas planteadas en una segunda mitad más racional.

Todos buscan el santo grial, un virus asesino que escondido aguarda a ser liberado. En equipo o individualmente solucionan las adivinanzas y pistas que se han dejado sobre el terreno eliminándose algunos por el camino engañados por otro rival mucho más listo que ellos. La vieja historia de siempre pero modernizada con peligrosas empresas secretas, la OMS más peleona y un loco visionario que no duda en terminar con su vida para salvar según él la de muchos otros.

Inferno

Ron Howard sabe bien como hacer su trabajo. Si el público pide un final apoteósico con explosiones, peleas y un peligro latente él no escatima en gastos. Ya lo vimos antes con religiosos montados en helicópteros y ahora con bombas bajo el agua. Esto es Hollywood, esto es Dan Brown, un autor de bestsellers que sobre el papel triunfa en los cinco continentes y que pide lo mismo en la pantalla. La colaboración entre ambos no acabará aquí, de eso estoy seguro. Pronto veremos nuevas aventuras de este profesor madurito que ha cogido el relevo de Indiana Jones pero al que le faltan muchos hervores. Ni siquiera la inconclusa historia de amor con una ex suya, muy Indiana también, está bien llevada. Es sosa, aburrida y poco apasionada siendo el gesto más romántico un beso en la mejilla, imaginamos que la mujer de Tom estaba en el plató observando toda la escena.

Dos horas dan para mucho, yo aproveché y deleitarme con las vistas de Florencia, la pintura de Vasari, la gran Estambul y algunas obras de arte que me interesaban además de conocer algo más de su historia. Creo que algo pasaba a su alrededor pero era tan confuso que ya lo he olvidado.

 

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