Solo el fin del mundo

Festival de Sevilla: Sección Oficial, SOLO EL FIN DEL MUNDO, la familia que grita unida…

Solo el fin del mundo, la nueva propuesta de mi odiado/amado Xavier Dolan viene precedida de una serie de críticas pocos favorables, sobre todo tras su tibia acogida en el de Cannes. Esta vez mejor no dejarse llevar por la antipatía que arrastra la propuesta, porque es ante todo inmerecida y se encuentra bastante igualada en nivel a las que son para mí sus mejores películas (que coinciden con ser las últimas): Tom à la ferme y Mommy. Por lo tanto nivel ascendente, bien Dolan.

Solo el fin del mundo

La depuración de estilo (dentro de su desmesurado universo) que ya apuntaba en su hicthconiana cinta del 2013 (aunque más que depuración debe tratarse de la evolución propia de un veinteañero), se confirma con esta pieza teatral convertida en gozo puramente cinematográfico. Para Dolan el límite de las 4 paredes no supone ningún obstáculo para sacar a relucir todo su arsenal visual altamente exaltado. ¿Teatro? Más bien no, cine clip duro y puro. Porque al director canadiense se le achaca una y otra vez, a modo de juicio dañino, su querencia por la estética videoclip y pop. ¿Y? ¿Cuál es el problema? ¿Son sus referencias menores y de segunda clase por ello? De ninguna manera. Si a estas alturas hay que reivindicar el pop como fuente de creación y catalizador de ideas, mejor coges el dragostea din tei y te azotas mil veces mientras bailas encerrado en tu habitación.

Vamos ahora con mi mayor problema dolaniano: el continuo estado de enajenación enfurecida y de griterío de sus personajes, la demencia dramática de sus protagonistas. Y aunque en Solo el fin del mundo no se queda corto con el speedico retrato familiar, lleno de tensión, rabia y decibelios, lo contrapone a la tranquilidad, temor y silencio del protagonista que se reencuentra con su hogar para comunicar una importante noticia. Este contrapunto, más que aliviar el cotarro, lo que consigue es aumentarlo a unas proporciones gigantescas. Dolan en estado puro. Pero, y aquí viene el (maravilloso) pero, el texto es tan conciso y lúcido, que cuál malabar ebrio se agencia de una pirueta perfecta para la sorpresa de la audiencia.

Lista de deseos: Xavier, por favor, haz una película muda.

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