Hace poco me preguntaba en twitter, de forma retórica y con la misma repercusión de un ‘buenos días’, si el cine latinoamericano – o al menos el que nos llega a este festival– conoce la comedia o solo un cine comprometido y social. Hacer reír es muy complicado, pero parece que se premia mucho más la injusticia de la vida, que el saber reírse de ellas.
Tras este alegato a favor de la tontería, recojo mi bandera de la pamplina y empiezo a hablar de la comedia uruguaya Las toninas van al este, que nos cuenta cómo la falta de amor, puede crear relaciones tóxicas, pero relaciones al fin y al cabo, donde el sentido común y el orden de las cosas prevalece sobre todo.
Las toninas van al este es pura ironía de principio a fín, y lejos de buscar la carcajada fácil, dibuja chistes cotidianos rodeados de mentiras comunes, recordando levemente al cine cómico-costumbrista de Azcona y Berlanga; además tiene la suerte de ser una cara B graciosa a la belleza y sobriedad de ‘Beginners’, ya que ambas películas coinciden en cuanto a relaciones paternofiliales y la falta de ella por la sexualidad de los progenitores.
No se equivoque. No venga buscando la gran comedia latinoamericana del año, porque no pretende serlo, y es que a diferencia de sus protagonistas, Las toninas van al este no miente en ningún momento. Ni nos engaña. Solo se nos muestra como, posiblemente, una película de autor – autores, si atendemos a la dirección compartida entre Gonzalo Delgado y Verónica Perrotta– que nos hace comprender la necesidad de la mentira como camino a seguir para encontrar a quién nos abandonó.