Primera crónica desde la decimosexta edición del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2019 con un repaso por dos películas de la Sección Oficial: De repente, el paraíso de Elia Suleiman y La Gomera de Corneliu Porumboiu, el Special Screening de Perfect 10 y las Revoluciones Permanentes de Bait.
Sección Oficial: De repente, el paraíso (Elia Suleiman)
El cineasta palestino Elia Suleiman pertenece a esa estirpe de artistas que, por encima de todo, tiene una profunda fe en el ser humano, aunque no lo entienda. Y, película tras película, sigue empeñado en escudriñar su comportamiento e idiosincrasia a través de tus cansados ojos y su mirada pétrea, sin que el espectáculo consiga conmoverlo pero manteniendo, siempre, un cauteloso respeto.
En De repente, el paraíso, Mención especial y Premio FIPRESCI en la pasada edición del Festival de Cannes, Suleiman sigue compartiendo con el espectador la herencia de cineastas como Jacques Tati o Roy Andersson, componiendo postales que oscilan entre lo patético, lo tierno, lo directamente absurdo y lo hilarante, con un sentimiento de extrañamiento que le viene que ni pintado a lo que, de verdad, quiere extraer de todo el asunto: que Palestina somos todos y que, a nuestro lado, tenemos un Israel pendiente de cómo puede oprimirnos.
Special Screening: Perfect 10 (Eva Riley)
El Festival de Cine Europeo de Sevilla, cada año, nos trae, dentro de su vasta programación, alguna muestra de ese cine social tan caro de la cinematografía británica que tiene en cineastas como Ken Loach o Mike Leigh son más importantes referentes. Eva Riley, una jovencísima directora escocesa alumbra una voz personal, aunque deudora de referentes tan obvios como los Hermanos Dardenne, en esta Perfect 10, un coming of age de manual que sobresale, por encima de la media, gracias a la potente química que destilan sus protagonistas, en especial la adolescente Frankie Box.
Rodada en físicos primeros planos y con una cámara en mano siempre nerviosa y escudriñadora, Perfect 10 es un agradable y esperanzador paseo por un par de personajes que se merecen una segunda oportunidad. Agradecemos que la directora se lo haya querido dar, dando paso a un optimismo que, a veces, directores más cínicos y descreídos les niegan a sus personajes.
Sección Oficial: La Gomera (Corneliu Porumboiu)
En La Gomera, su última y juguetona obra, el rumano Corneliu Porumboiu regresa al cine negro una década después de su Policía, adjetivo, dándose un homenaje a él mismo y a los géneros que más le gustan. Aquí tenemos de todo y parte de la gracia de este proyecto es ir recogiendo las pistas y referencias con las que Porumboiu trufa su obra. Algunas son más obvias, como la de llamar a su protagonista Gilda y otras no tanto, como el «Si me necesitas, silba» de Tener y no tener.
La trama, como no, se nos entrega descompuesta y confusa, como en la mejor tradición del cine negro. Que el espectador salga más o menos convencido de esta especia de collage cinematográfico dependerá de lo entregado que esté a este tipo de juegos. No es una mala película, ni mucho menos, pero está destinada a perdurar poco tiempo en la memoria del espectador, como cualquier ejercicio de estilo que tampoco pretende, ni quiere, ir más allá.
Revoluciones Permanentes: Bait (Mark Jenkin)
Vamos a hablar claro: Bait debería haber estado incluida dentro de la Sección Oficial de esta edición del SEFF. Ya lo han dicho, de manera rotunda, en una publicación como The Guardian: Bait es la película británica que ha venido a definir una década, otorgándole nada menos que cinco estrellas y tildándola de ‘obra maestra’.
No sé si Bait es una obra maestra. Personalmente, creo que es un término que debería otorgarse con el debido reposo que otorga el tiempo, el juez más implacable que tiene el arte. Lo que sí sé es que Mark Jenkin ha ofrecido con Bait una obra rotunda, personal, apasionada y maravillosa. Rodada en 16mm y revelada a mano por el propio Jenkin, que también firma las labores de dirección de fotografía y montaje, Bait recoge el legado del Free Cinema británico, describiendo una historia de lucha de clases, con la gentrificación de un pueblo pesquero como protagonista. Un montaje nervioso, hiperfragmentado, en la que las imágenes colisionan y nos hacen recordar las lecciones de maestros rusos como Eisenstein, acompañan un relato trágico y conciso en el que la dignidad obrera vence a pesar de la sangre derramada. Si tienen la oportunidad de verla en pantalla grande, no se la pierdan porque es una experiencia única.
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