Festival de Málaga 2022: «Alcarràs» de Carla Simón

Tres niños convierten un viejo escarabajo en una nave espacial. Con una vieja regadera repostan de emergencia. Al rato, una grúa retira el coche ante unos niños que no comprenden lo que ocurre. Por suerte, la ignorancia es una ventaja: al poco, los niños consiguen crear de una base en una destartalada caja. Se la arrebatan. No pasa nada, encuentran otra. Conejos invaden el campo. En plena noche, escopeta en mano, los adultos los persiguen sin descanso, airados. Frente a la capacidad de adaptación de los niños, la negación de los adultos. Carla Simón es experta en integrar la metáfora, en ocultar sus temas bajo la asombrosa naturalidad de las cosas. Su mayor virtud es el contrapunto, el discurso oculto en las imágenes más naturales, algo que llega a su máxima expresión en Alcarràs.

Alcarràs de Carla Simón

Si Verano 1993 es un duelo en el primer verano de Frida, Alcarràs es un duelo en el último. La familia Solé está a punto de perder sus tierras; el futuro llega en forma de placas solares. Carla Simón vuelve a mostrar sus obsesiones una vez más: el campo, la infancia, el naturalismo, su compromiso con la realidad, y sobre todo su constante pugna con la aceptación. Su cine, al igual que el de Céline Sciamma o Natural Arpajou, rondan sobre un único tema expuesto desde distintos prismas. Si para la francesa la vida es identidad y para la argentina es libertad, para Carla Simón es un constante proceso hacia la aceptación del dolor.

Alcarràs es, ante todo, un film valiente. Lo es porque se atreve a poner en entredicho a cualquiera de nosotros, porque nos echa en cara lo irracional del adulto frente al niño. Pero desde luego apremia el valor, el de un joven adolescente que frente a la despoblación del campo prefiere quedarse, o el de un padre que pelea contra el hombre y los elementos. La constante pugna dentro y fuera de los personajes se articulan a través de contrapuntos cotidianos, distintos puntos de inflexión tan certeros como afilados para el corazón. Sciamma apenas ha llegado a comprender la importancia de tales dardos en Petite maman; Carla Simón, en cambio, lleva la lógica de comportamiento a su máxima expresión.

La familia Solé existe en realidad. Pasea por la sala de cine al igual que por sus terrenos. El ejercicio coral que supone Alcarràs resulta tan fino como equilibrado. Desde la escritura de los personajes – que no del guion – hay un tratamiento sencillo – que no simple -. Objetivos terrenales, actitudes patriarcales veladas por la tradición y un ejercicio de costumbrismo construyen personajes tan reales como las personas que los interpretan, catalizadores de emociones poderosas que adquieren complejidad por la inevitabilidad de los hechos. Todos los elementos del film se retuercen lo justo para apelar a un sentimiento humano, que jamás pecará de la grandilocuencia de otros dramas obsesionados por engrandecer pequeñas tragedias.

Alcarràs de Carla Simón

El estilo de Carla Simón se siente sumamente fresco, orgánico, habiendo apenas comenzado. Se aprecia en Alcarràs un espíritu de superación desde la más absoluta humildad, desde el estudio y la experiencia. Hay una vuelta a las ambiciones primitivas del cine, de sorprender y emocionar desde la humildad. El cine de Carla Simón es un cine de conciencia para con uno mismo y el prójimo, que sea de campo o no entiende la dolorosa resignación de quien pretende curar sus heridas.

Alcarràs (Carla Simón, 2022) ⭐️⭐️⭐️⭐️

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