Amalgama

Festival de Málaga 2021: «Amalgama», el payaso tras el cristal

En parte mi problema con las comedias burguesas es que me provocan cierta indiferencia los problemas de los ricos. Cuando en la pantalla los 4 exitosos odontólogos deciden continuar una fiesta en una isla paradisíaca prestada, una mueca cínica hace acto de presencia sobre mi rostro para suplicarle al cielo que esta película no intente venderme una vara de medir universal. Amalgama, por suerte, es una comedia bastante frívola. Sus personajes guardan miserias y lanzan puñaladas indiscriminadas que lejos de causar empatía generan las mismas impresiones que los payasos tristes. Es lo que tienen las comedias burguesas, tienen lo justo para desear lo que tienen pero no lo bastante para querer ser ellos, como si lucieran tras un escaparate.

Amalgama

Acostumbrados a aliviar a sus pacientes a través del dolor, estos cuatro dentistas deciden practicar un proceso similar para ellos mismos. Entre ataque y acoso, se vislumbra una construcción redentora a través del dolor que poco se sale de las líneas tradicionales más allá del curioso paralelismo. Las heridas de estos personajes apenas son rasguños sobre viejos arquetipos ya manidos: el exitoso ricachón sin blanca, su amigo con complejo de Edipo, la secretaria liada con su jefe y su amigo gay. El desfile de estereotipos busca entonces una puesta en escena en la que sentirse a gusto, lo cual no deja de ser un all-in a unas interpretaciones que a veces decaen.

Tras su celebérrima carrera, Carlos Cuarón practica una vuelta al orden al apostar por una comedia a la italiana. El carácter teatral de Amalgama acota mucho la acción: pocos personajes, escasas localizaciones y un devenir orgánico de los acontecimientos. Habría que plantearse ya a estas alturas que la única diferencia con una representación teatral es la presencia de la cámara, ya que ni siquiera el montaje parece hacer acto de presencia. Cuarón adopta el estilo de su hermano en el uso de planos secuencias para proponer una suerte de teatro inmersivo que desaprovecha gran parte de la expresividad de la escena. Alejandro Iñárritu y Alfonso Cuarón han sentado un peligroso precedente con sus anteriores cintas, abusando de un recurso tergiversado a lo largo de estos últimos años. Amalgama, que se presenta como una comedia de enredos con guion bordado a mano, se acoge a la asepsia más absoluta y renuncia a construir por sí mismo el ritmo de su obra.

Amalgama

En Amalgama, los actores toman las riendas del conjunto. Los demás quedan a su servicio. Carlos Cuarón entra así en la batería de guionistas que en su salto a las cámaras se dejan llevar por la dramaturgia confiando plenamente en sus técnicos. La desconexión termina por ser transversal en el proyecto hasta llegar al espectador, que contempla objetivamente un objeto decorado. Si hasta los androides son capaces de soñar con ovejas eléctricas es porque los humanos estamos dejando de sentir como antes. Amalgama es la precisión del reloj, la prístina transparencia del escaparate por el cual los payasos tristes no despiertan más que indiferencia.

Amalgama (Carlos Cuarón, 2021) ⭐️⭐️⭐️

Amalgama

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