Festival de Málaga 2019: “Los días que vendrán”, realidad filtrada

Lo que más me cautivó de Verano 1993 fue poder verme a mi mismo en esa película, peleando con mi hermano una y otra vez. No es de extrañar que al final sintiese que me habían dado una patada en el corazón. Carla Simón abrió una ventana a la intimidad de una familia unida por finas cuerdas, una familia en la que Frida no termina de sentirse a gusto. Quién no haya sentido admiración por su hermano mayor o aversión por el menor, quizás no termine de asimilar Verano 1993, pues es algo que hay que vivir. Con Los días que vendrán (Els dies que vindran), Carlos Marqués-Marcet nos abre otra ventana hacia la intimidad, esta vez la de una pareja que decide aceptar el hijo que han concebido.

Los días que vendrán

De la Universidad Pompeu Fabra han salido una serie de cineastas con una curiosa obsesión por plasmar la realidad (o su realidad). Carlos Marques-Marcet es uno de dichos cineastas. Tras haber ganado ya la Biznaga de Oro en 2015 con 10.000 km, el catalán vuelve a repetir el hito con la historia de una pareja que, por accidente, «queda embarazada», como les gusta decir. El proceso, sin embargo, no es detallado con interés: apenas vemos citas médicas; las jaquecas y otras dolencias de la madre pasan desapercibidas, y los pormenores legales adquieren más relevancia que los cambios fisiológicos. Marques-Marcet no busca atender en absoluto trivialidades documentales, no sería nada novedoso. La realidad en el cine no ha de asociarse al paradójico documental, que falsamente alega mostrarla sin subjetividad. Los días que vendrán, en cambio, indagará en facetas más humanas, en los miedos y esperanzas de una pareja que decide aceptar con ilusión y nerviosismo el nuevo capítulo de sus vidas.

La cinta nace del embarazo real de sus actores, María Rodríguez Soto y David Verdaguer, y de los inconvenientes surgidos durante el proceso. De dichos desacuerdos, se improvisaron situaciones; de dichas situaciones, se exageraron conflictos. De esta forma, Los días que vendrán genera así un drama que conmueve al espectador por su intimismo y su repercusión en la pareja. Los conflictos abordan temas mundanos como el nombre de la niña o la educación de la misma, mas lo que a priori parecen desacuerdos pronto se nos presentan como obstáculos capaces de romper años de convicencia. No obstante, la complicidad de sus personajes permite que los momentos cómicos asomen con naturalidad y acierto, redondeando una película absolutamente orgánica. Nada desentona, nada queda fuera de lugar, nada resulta artificial. La cámara, que baila al son de los actores, libres en el espacio, facilita la inmersión del espectador desdibujando los límites de la ventana para situar al respetable junto a los protagonistas. Así, el conflicto y la ternura quedan a flor de piel.

Los días que vendrán

No estamos ante la realidad: hablamos siempre de ficción. Es una línea fina la que cruza Marques-Marcet en esta obra. La realidad participa como elemento activo en la génesis para ser filtrada por la subjetividad de la ficción. Una obra ha de ser verosímil, no realista, como bien afirmaba Aristóteles. Los días que vendrán es la punta de lanza de un estilo intimista que juega con la naturalidad para llegar al corazón. La química bella y corrosiva de una pareja que construye un futuro, las tensiones de dos hermanas que se admiran y se odian, la ilusión por un hijo que viene al mundo, el amor de una familia unida… La cercanía de estos temas nos pueden sonar universales, pero rara vez llegan a penetrar tanto si uno no termina de identificarse con lo que observa, es por ello que el trabajo de Carlos Marques-Marcet tiene tanto valor, pues consigue que todos y cada uno de nosotros sea capaz de coger de la mano a Virginia y acompañarla en su viaje.

En un momento, Virginia observa un vídeo. Durante la cinta, segmentos del mismo han ido apareciendo de improviso ante nosotros, pero ahora lo vemos entero, Virginia y María también. Ambas realidades convergen: es el nacimiento del personaje el que observamos, pero también el de la actriz. En este juego de metaficción nos movemos sin pensar, más inconsciente quien más se sumerja en sus recuerdos y experiencias. En esta catarsis emocional nos sumergimos, en esta catarsis que culmina con el nacimiento y la esperanza de los días que vendrán.

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