Festival de Málaga 2017: ME ESTAS MATANDO, SUSANA, partida y regreso

Un coche conduciendo a toda velocidad por una calle mexicana. De un frenazo, evita atropellar a una pareja de transeúntes que paseaban tranquilamente, espera a que pasen y, acto seguido, arranca raudo saltándose el semáforo. Más tarde vemos que se trata del protagonista, que entra sigiloso en su casa y se mete en la cama con su mujer, que aparenta estar despierta. No los conocemos, no sabemos su pasado, pero sabemos que ella no esta bien, y que a él no le importa. Eso es un buen comienzo. En un travelling, resume sin decir ni una sola palabra todo lo que necesitamos saber de forma concisa sobre el personaje de Jefferies, de La ventana indiscreta. Me estás matando, Susana comparte esta filosofía a lo largo de todo el metraje, y es muy de agradecer ver una romántica más o menos comercial tener un guión que no tome por tonto al respetable.

Me estás matando Susana

La cinta de Roberto Sneider no pretende sino divertir al gran público. No obstante, a diferencia de Me casé con un boludo – la otra gran romántica latinoamericana del festival -, no se estanca en fórmulas paradigmáticas y, sin salirse tampoco de lo conocido, ofrece un guión con mensaje… Pero qué mensaje. La película gira en torno a la búsqueda por parte de Eligio de reconciliarse con su mujer, Susana, tras de su abrupta huida. El personaje, interpretado por Gael García Bernal, hace las veces del clásico machista pasivo que interpreta sus ansias de posesión como un amor verdadero y la película se encarga de castigar sus errores. O al menos, así debería ser, pues la película termina dinamitando su mensaje. Todo el viaje no ha servido para nada, se echa por tierra la evolución de ambos protagonistas y el film termina como empezó, justificando así una actitud atroz.

Es un mensaje demasiado desagradable. Las posibilidades de subversión y crítica eran infinitas, podría haberse entregado una buena con sentido y mensaje. Quiero pensar que los realizadores no piensan así y que el verdadero motivo de este final es el de dejar una nota dulce en el espectador, pero el resultado es completamente antitético. Este es un detalle bastante evidente cuando echas la vista atrás, y enturbia el buen hacer del resto de los elementos. Las situaciones cómicas o los chistes no son abundantes, quizás se ha echado en falta algo más de humor, pero me inclino a pensar que más que una comedia romántica, estamos ante un drama cómico, sobre todo si tenemos en cuenta la naturalidad de los diálogos y acontecimientos que no buscan forzar la risa.

Me estás matando, Susana

De nuevo, no es nada rompedora ni original, pero no pretende serlo, sólo busca entretener. Sin embargo, volvemos al asunto de la pretensión que tan chirriado me tiene este festival. En este caso, me remito a mi opinión sobre Amar y lo formulaico de su dirección. En Me estás matando, Susana no hay tanto un espíritu independiente o una intención soberbia, pero sí que, con esa realización a base de  cortes innecesarios y el ocasional uso de la cámara al hombro, llega a meter un pie en el redil. Hay obras que me encantan y utilizan este planteamiento, pero es un detalle tan insignificante frente a sus tantas otras virtudes que se pasa por alto. No hace falta recrearse tanto en ese aspecto, fijémonos precisamente en No sé decir adiós y en su depuración, el contar más con menos. Es un ejercicio aparentemente sencillo, pero que implica un mayor valor estético e intelectual.

Me estás matando, Susana es una película entretenida y fácil de digerir, perfecta para una tarde de domingo tonta y aburrida, pero la ambiguedad de intenciones que supone su violento mensaje  pulveriza el conjunto, dejando la obra a merced del paso del tiempo.

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