Fancine 2017: BUSHWICK, querer y no poder

Puede que no sea el ejemplo más excelso pero, ¿recordáis La guerra de los mundos de Spielberg? El personaje de Tom Cruise llega a casa después de presenciar el primer ataque de la horda alienígena, y tal es el shock que no se percata de nada hasta que se mira al espejo y se da cuenta de que está cubierto de lo que antes eran seres humanos. Cuando una persona corriente presencia una atrocidad de forma directa, es difícil no entrar en shock y mantener la cabeza fría como la situación requiere, lo cual me lleva a pensar que la protagonista de Bushwick, Lucy, tuvo que haberse criado en Vietnam: ve a su novio arder y morir delante de ella, llora un poquito y sale con dos ovarios en medio de una zona de guerra sobre la que se desenvuelve medianamente bien. ¿Tan fría se puede tener la sangre?

Bushwick

Bushwick abre con una vista aérea que fácil podría recordarnos a una película de Paul W. S. Anderson. Está claro que no va a andarse por las ramas con una trama enrevesada o con demandas políticas, sino que va a entretener y poco más. Un referente cercano podría ser La purga, donde sus personajes han de sobrevivir a una noche sin ley, pero existe una diferencia notable con este film: en La Purga, nos importan sus personajes. Antes de que comience se nos presentan, conocemos su entorno cercano y, empaticemos o no con estos ricachones, vivimos luego su sufrimiento porque vemos su entorno alterado. Por el contrario, tenemos a Lucy con el novio en una estación de metro y a los 30 segundos de película ya hay un hombre en llamas. Luego muere Jose y ala, al lío.

Uno puede llegar a entender que en este tipo de películas se desechen ciertos aspectos en favor de la acción, viéndose cualquier otra construcción o mensaje como un añadido inútil y pretencioso. Este es el caso, sólo hay que ver que la  excusa que dan para justificar el ataque. Sin embargo, Bushwick entra en contradicción consigo misma, pues como dije antes, es un film que requiere empatizar con sus personajes, y eso implica un desarrollo que se quiere evitar. Volviendo a Lucy, su primer paseo por las calles de su viejo barrio nos introduce en la tensión del momento con buena mano hasta que la cadencia se toma un respiro y, de repente, recordamos que esta señorita nos da igual porque no la conocemos en absoluto.

La película confía en que nuestra mente asocie nuestra preocupación con los protagonistas porque, bueno, son los protas y queremos que vivan; es a lo que estamos acostumbrados. Mas en el fondo, los guionistas saben que necesitan un mínimo de desarrollo. ¿Solución? Exposición, aprovechando los momentos de pausa para soltar monólogos en los que los dos protagonistas, Lucy y Stupe, se cuentan su background, especialmente Stupe (Dave Bautista), el cliché del marine retirado harto de ver morir a todo el mundo. Dichos monólogos absurdos, soltados como quien lee un discurso de fin de curso, no me ayudan a empatizar con un personaje que no tiene carisma en absoluto. De hecho, eso hubiera sido la solución inteligente para este problema, pues estamos ante personajes sin personalidad alguna. Es imposible que empatice contigo por mucho me cuentes tus traumas porque ni te conozco ni te quiero conocer, sosainas.

bushwick

No se hasta que punto tildar de casualidad haber visto Jupiter’s moon el día anterior. No hace falta irse muy lejos para ver las similitudes que la obra del húngaro Kornél Mundruczó comparte con Hijos de los hombres. Ambas coinciden en ese gusto por los planos-secuencia y la escasez de cortes, pero Alfonso Cuarón sabe racionar. Jupiter’s moon abusa de esta técnica hasta el punto que la tensión se diluye por la falta de contrastes. Y no es menos casualidad que Bushwick repita el mismo fallo con peores consecuencias, pues ni siquiera hay narración en imágenes y los puntos donde la película debería tomarse un descanso se ruedan con el mismo tono que las escenas de acción.

No obstante, Bushwick no es Hijos de los hombres. Más bien el referente apropiado sería Birdman, es decir, un montaje discreto que simula un continuo plano-secuencia, y es en este punto donde volvemos a uno de los debates más recurrentes de los últimos años: ¿son los plano secuencias un recurso justificado o únicamente una muestra de virtuosismo? Iñárritu quiso mostrar el mundo del teatro entre bambalinas, donde no hay cortes y siempre hay que seguir adelante sin detenerte y, en el caso de Bushwick, se quiere introducir al espectador en el caos que supone un campo de batalla. Ojo, he dicho «quiere», pues al contrario que en Birdman, hay limitaciones técnicas y resolutivas, con un abuso de los fundidos en negro y otros truquitos demasiado evidentes, realizados por necesidad más que por decisión narrativa, sin contar con los cortes que se hacen cuando ya no hay más remedio. Si no lo puedes hacer bien, no lo hagas porque este trabajo chapucero saca al espectador de la película; es el equivalente a las pantallas de carga de Half-Life 2. En ambos casos hay justificación bajo el que subyace un subtexto ambicioso, pero al mexicano al menos le funciona.

Bushwick comienza bien arriba y llama tu atención desde el primer momento, pero su estructura narrativa, la falta de personalidad de sus personajes y su puesta en escena fallida termina por dinamitar el potencial icónico que una película como esta podría haber tenido.

 

 

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