El día del espectador: «Space Jam» (1996)

En 1997 las nociones sobre el baloncesto eran básicas: no gritar gol cuando se metía una canasta, no gritar canasta cada vez que se metía una canasta y no doblarse un dedo. Con esa triada de reglas para sobrevivir en cualquier cancha, me convertí en un amante del basket – porque así, dicho en inglés, te daba un toque mucho más trendy– era tan alto el afán por el deporte que siempre convencía a todos para abandonar la pista de fútbol para ir a la de baloncesto – que era el mismo sitio, pero las líneas del campo cambiaban de color- para hacer un mate con un balón roído de fútbol. Mate que nunca jamás llegaría, pero que a cada intento te acercaba más a la lesión de ligamento cruzado que tanto ansiabas.

Space Jam

Cuando ya se iba acabando los noventa, que el único jugador del que sabíamos con seguridad los nombres y apellidos, estrenase una película acompañado del Pato Lucas y Bugs Bunny, nos empujó sobremanera a ver aquel Space Jam que no teníamos ni idea de qué significaba en español. 

Michael Jordan será siempre un mito y como mito, era imposible no conocerlo. Aunque no hubieses visto un partido de baloncesto en tu vida – lo cuál era hasta probable – el acercamiento a la figura llegó con una serie de dibujos dónde era una especie de superhéroe que formaba equipo con un jugador de hockey y otro de fútbol americano, dos deportes bastante arraigados en el sur de España.

Allí que entrábamos en el cine, una vez más con la película empezada y lanzados a un drama emocional en los primeros minutos en el que un Michael Jordan niño le hace promesas a su padre, indicando a todos que la muerte rondaba cerca.

No me enteraba de nada, en aquellos años estaba lejos de la información y ni sabía que Michael Jordan se retiró, que mucho menos se fue a jugar béisbol y, sobre todo, que jugase al golf con Bill Murray, quizás esto último fuese una licencia poética para dar peso a la trama y así alcanzar el Óscar al mejor biopic del año.

Space Jam

Aquello era un maravilloso caos, una reunión de trompazos, chistes, situaciones dramáticas, cámaras lentas y conversaciones sobre el reglamento de béisbol que te animaban a que te dejase de gustar un deporte por lo complejo de su juego. Todo eso sin mencionar a Lola Bunny.

Al abandonar la sala de cine, mientras mi madre intentaba que mi integridad física no se viera afectada, esquivaba yonkis y gorrillas del centro con magistrales movimientos de pies y fintas imposibles, esperando recibir ese balón que nos hiciese ganar el partido a falta de dos segundos para que llegase el final del encuentro.

Space Jam se transformó en la película que necesitábamos para acercarnos al baloncesto y al rap en aquellos años en los que era más fácil contagiarse el tétanos que coger un libro.

11 comments
  1. Acá había una marca q te regalaba los muñequitos de space Jam dentro el paquete de salchichas….
    y no recuerdo cuántas salchichas tenías q comprar para cambiar los paquetes por el estadio.. de carton para los muñequitos.
    Q época.

  2. Habré visto esta película por lo menos 10 veces cuando era crío… ¿qué tal ha envejecido? No me atrevo a volver a verla. Al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver

    1. Eso eso. Tú no vuelvas…que la pude ver hacer poco y me dio más vergüenza ajena que en su día. A mí es que nunca me entusiasmó demasiado…

  3. De niño, la vi con 15 años en cine. Y creo que la aparición de Michael Jordan, ya en su día, me hizo ser consciente del malísimo trabajo que hizo el cabrón. Viendola no hace mucho en Movistar, mi recuerdo se confirmó. De haber puesto una figura de cartón de esas que puedes encontrar en una tienda, nadie habría notado la diferencia. Jordan en ningún momento se lo pasa bien. No hace sentir al espectador que se crea lo que su personaje está viendo. Jugando al béisbol eras malo Jordan, pero como “actor” eres infumable.

    En el cine tampoco me entusiasmó demasiado. Me gustó el diseño de los villanos y poco más. Aún sacándole diez años, Roger Rabbit se comía con patatas a este engendro…y lo sigue haciendo.

  4. A mí me pasa cómo a diosito. De pequeño me gustaba mucho, pero no sé si me atrevo a verla ahora mismo. Mejor me quedo con The Last Dance que es brutal.

  5. Mi primera embolia adolescente en un cine, y el motivo por el que juré ante Crom que nunca volvería a dejarme arrastrar a una sala si mi sentido arácnido zumbaba en contra. Por supuesto, rompí ese juramento y me acabé teniendo que comer la trilogía precuela de Lucas cuando hasta la original me la sudaba.

    Puedo afirmar y afirmo: la amistad está muy sobrevalorada. Con el paso del tiempo, tus colegas de toda la vida te pueden acabar pareciendo unos gilipollas. Y después no hay nada que compense tanto sacrificio. Me cago en vuestra puta madre, Jar-Jar y Amidala.

    1. Me estoy acordando cuando fuimos al cine en el coche de un colega y este como conducía pues tenía derecho a elegir película. En la cartelera estaban, entre otras, Million Dollar Baby, que ya llevaba un tiempo estrenada y decían que era una rotunda obra maestra y con Clint Eastwood en plena forma. Pues después de mucho debatir e insistirle que era apuesta segura al final la que eligió el gañán fue La Maldición de Wes Craven, usando el muy fiable criterio de que como Christina Ricci estaba buena, había que verla. Todavía me estoy acordando de su puta madre…

  6. Recuerdo que el inicio con la canción, con el volumen a todo trapo en la sala de cine, me pareció la hostia.

    El resto me pareció una mierda, y que se juntara toda la puta quincada de Santander en aquella sesión no ayudó demasiado.

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