El abuelo que saltó por la ventana y se largó: humor negro, surrealismo y risas garantizadas

Era evidente que el best seller El abuelo que saltó por la ventana y se largó de Jonas Jonasson tarde o temprano acabaría trasladándose a la gran pantalla. Afortunadamente la adaptación se ha realizado en Suecia, el mismo país donde se concibió la novela, por un director que es a su vez actor comediante y que por lo tanto conoce los mecanismos del difícil arte del humor. El film narra el viaje odiseico de Allan, un abuelo centenario que, tras fugarse del geriátrico en el que se encuentra, emprende un sinfín de aventuras. Pero resumir el surrealismo y heroicidad que acompañan a este personaje en estas dos frases es quedarse corto. El abuelo, adicto a los explosivos, se hará con una misteriosa maleta cuyo contenido le que cambiará la vida, se enfrentará a una pandilla de salvajes moteros, estará constantemente perseguido por la policía pero encontrará amigos que le ayudarán por el camino. Pero estás siguen siendo unas pequeñas líneas del gran entramado que compone las aventuras de tan peculiar anciano.

Quizás una de las claves para entender el funcionamiento del humor surrealista y cargado de tintes negros que singulariza la obra, es la actitud del abuelo ante los retos y aventuras que se le ponen delante. Una actitud totalmente pasiva, indiferente y despreocupada ante hechos que helarían la sangre a cualquiera. Pero este comportamiento frente a la vida tiene un fundamento. Allan, durante su larga vida, se ha enfrentado a circunstancias y aventuras sin parangón alguno. La explicación de estas aventuras a través de flashbacks conforma uno de los elementos más interesantes de toda la película. En este sentido el film guarda grandes similitudes con Forrest Gump, con la diferencia de que la obra de Zemeckis explora la historia de los Estados Unidos, y la película sueca muestra los grandes sucesos históricos europeos y mundiales. Allan durante su vida se tropezará con: Franco, Stalin, Truman, Oppenheimer e incluso con el hipotético hermano idiota de Einstein.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

Los dos viajes que se realizan paralelamente, el de la vida de Allan y el de su fuga del geriátrico, se van intercalando hasta el punto de no saber cuál de los dos resulta más atractivo, interesante y divertido. El abuelo que saltó por la ventana y se largó es una película que no va más allá de lo que intenta ser. Su objetivo es entretener y hacer reír al espectador y lo consigue a través de una estructura narrativa y un ritmo muy cuidados; pero sobre todo gracias a la magnífica interpretación de Robert Gustafsson, que interpreta a Allan en prácticamente todas sus edades, desde adolescente hasta su más profunda vejez.

Uno de los puntos más a favor de la película es la lectura más profunda que se puede hacer de ella. Pese a estar en clave de humor, El abuelo que saltó por la ventana y se largó, no deja de explicarnos las ganas de vivir e inquietudes de un anciano que no quiere quedarse encerrado en un geriátrico. Allan prefiere andar sin rumbo a quedarse en un entorno claustrofóbico. Las historias surrealistas y los encuentros con personalidades como Franco y Stalin, pueden ser también metáforas de una demencia senil.

El abuelo que saltó por la ventana y se largó

Pero esta lectura más profunda y pesimista no empaña en ningún momento una película donde la diversión está garantizada. El humor negro y surrealista, los accidentes fortuitos que acompañan a los personajes, el entrañable retrato de un anciano interpretado a la perfección por Gustafsson y la base literaria en que se sustenta la obra, explican el aclamado éxito que la película ha tenido en su lugar de origen. Una película que encaja a la perfección con un público que busque ir al cine para desahogarse de las preocupaciones del día a día, y que busque reírse y pasárselo bien viendo el viaje heroico de un personaje un tanto singular.

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