Detective Pikachu, no te elijo a ti

Recuerdo perfectamente la primera vez que me acerqué a un juego de Pokémon: fue el ‘Pokémon Rojo’ para Game Boy, en una edición de dudosa procedencia con los textos en inglés. No me importó mucho: para mi yo de 15 años fue una auténtica obsesión: día y noche soñaba con evolucionar a mi Magikarp, coronarme campeón de la Liga Pokémon y hacer que mi Venusaur pasara a la historia. Y no solo era el videojuego, al que pronto se añadió el excelso ‘Pokémon plata’: el anime, los tazos, la música… Entré de lleno y de cabeza en la pokemanía, me aprendí el pokérap y me lo pasé en grande por el camino. Ojalá mi yo de 15 años fuera el que ha ido a ver Detective Pikachu

Detective Pikachu

Durante los primeros compases fui ese chaval de nuevo, repleto de ilusión por la captura, reconociendo cada una de las criaturas que aparecen desde el minuto 1 y regocijándome por dentro. Detective Pikachu, muy consciente del público nostálgico que va a ir al cine, ha plagado la pantalla de Pokémon de la primera generación. Charmander, Squirtle, Bulbasaur, Cubone, Ditto o Psyduck ocupan la mayor parte del tiempo de pantalla, dejando en un lugar secundario a otros como Snubbull o Aipom. 

Si la frase anterior te ha sonado a una lengua olvidada y no tienes ni la más ligera idea de qué diferencia hay entre un Snorlax y un Geodude, un consejo sincero: no vayas a ver Detective Pikachu. Gran parte de la gracia es ver a las criaturas de la saga de Nintendo cobrando vida de forma fotorrealista (sin dejar de ser adorables). Si no eres capaz de entrar en el juego que propone la película, te esperan 105 minutos de absoluto tedio.

Creedme: nadie más que yo, que sigo pasando por caja con cada nueva entrega del juego, quería que Detective Pikachu fuera buena, diera un golpe en la mesa y abriera la puerta a muchas películas diferentes basadas en Pokémon, haciendo que la saga evolucionara de mil maneras posibles. Tristemente, el guión parte de una premisa tan buena que cree que es suficiente con eso y decide no arriesgarse lo más mínimo, ni en los chistes (no, Pikachu no es Deadpool, por mucho que le doble Ryan Reynolds) ni en los giros de la trama, que se ven venir desde el primer acto y no pillarán a nadie por sorpresa. 

Detective Pikachu

No es raro que todo el mundo esté emocionado por la película en redes sociales: la idea de un Pikachu parlanchín con la voz de Reynolds resolviendo el caso de su propio asesinato en una ciudad habitada por pokémon y humanos parece hilarante y divertidísima.  Y, sin embargo, decide dejar de lado la mitología de la propia serie (no hay combates legales, entrenadores ni, prácticamente, pokéballs) en favor de una buddy movie que al principio resulta rumbosa y al final resulta ser más de lo mismo. 

Ojalá Detective Pikachu decidiera soltarse el pelo del todo con situaciones locas y divertidas, más allá del dolor de cabeza de Psyduck o la cara de malas pulgas de Snubbull. Tienes un universo plagado por 807 criaturas, cada una con características diferentes: no puedes jugártelo todo a introducir bromas de fondo y ponerle a Pikachu una gorrita de detective adorable (que va a vender merchandising por un tubo, y con razón). No puedes permitir que tu película de detectives en el mundo Pokémon sea una película de detectives normal y corriente. Déjate llevar. Suéltate la melena. Lanza un ataque psíquico a la audiencia. 

Llevamos jugando a Pokémon desde la adolescencia. Si no hay chistes ni originalidad, ¡al menos muestra luchas como siempre quisimos verlas! Hay unos segundos en los que el film muestra un combate oficial de la Liga Pokémon, y captó toda mi atención antes de dejarlo de lado durante el resto del metraje, donde tan solo veremos una pelea en segundo plano y otra más o menos divertida (e injusta) entre Pikachu y Charizard. Sí, en este mundo ya no existen los combates entre pokémon, pero esta eliminación de la espectacularidad tiene que verse compensada por otro lado. Y el film lo intenta, mediante aventurillas variadas que pasan nuestros protagonistas, pero ni la presencia de Greninja consigue animar demasiado el cotarro. 

Detective Pikachu

Ryan Reynolds hace un papel decente como protagonista cómico, un rol en el que cada vez se siente más cómodo, pero no es un acierto tan claro como lo fue en Deadpool. Tampoco ayuda que le rodeen actores que tienen mucho que demostrar, como Justice Smith (The Get Down, Jurassic World: El reino caido) o Kathryn Newton (Big Little lies, #Sexpact). Bill Nighy y Ken Watanabe fichan, que es más que suficiente para destacar entre la desgana general. 

Al final, el poso de la película lo deja el espectacular diseño de los Pokémon, que consigue lo imposible: que nos creamos que estas criaturas son reales. Un libro de arte hecho película que salva del tedio y del ridículo a una película en la que un buen guión habría hecho mucho bien. El film, consigue salvar los trastos (solo para los conocedores del lore, dejando al resto con un palmo de narices) gracias a un par de secuencias más o menos divertidas y al departamento artístico y de efectos especiales del film. 

Detective Pikachu es una película que, pudiendo darlo todo en todos sus aspectos, solo lo hace en uno. Y eso, habiéndose lanzado a la locura de hacer una película de Pokémon en imagen real en la que Pikachu habla, es un crimen digno de investigar por este detective. 

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