Death Note, buenas intenciones, malos resultados

El anime de Death Note no es una adaptación perfecta. Si antes el rollo emo súper molón para los fans de Tokyo Hotel se limitaba a un par de páginas en el manga, la serie hizo las delicias de aquellos adolescentes que, por entonces, veían angustia y depresión en que sus padres le mandaran a la cama a las 10 de la noche. A mi me pilló más crecidito y ese pseudo-gótico pretencioso se me hizo un poco cargante, pero al menos se respetaban las intenciones de su autor, Tsugumi Ōba. La película de Netflix, en cambio, mete planos guays y dinámicos, pone a una animadora fumando, y de repente me siento un chiquillo de 15 años alucinando con El club de la lucha. Por favor, no.

Death Note

De acuerdo, he sido algo duro. El film adapta bien el espíritu juvenil de la novela y comparte su target, con un estilo visual que no dista de lo que cualquier adolescente disfruta: tonos grises apagados, el toque neo-noir del neón, las escenas sórdidas…, suficiente para que cualquier joven piense en que todo esto es súper adulto. No comparto de ningún modo estas decisiones, pero no me parece mal que se quiera hacer un producto sin demasiadas pretensiones, apetecible para nuestros jóvenes «atormentados». El problema es que Death Note entra en el escabroso terreno de la adaptación y el debate sobre si han destrozado o no la fuente puede resultar peliagudo. En cierto modo, me alegra ver que se ha intentado hacer algo distinto, ofrecer otras vías más allá de las conocidas y así obtener, por ejemplo, a un L más emocional e impulsivo o a una Misa-misa que, en fín, no es una herramienta con pechos. Pero ahí acaba la cosa. La fuente original no es redonda del todo, pero ofrecía una historia elaborada a la par que tensa, a diferencia de la película, que como cualquier mala adaptación, ignora los elementos clave para centrarse en lo superficial.

Son muchos los fallos, pero no hay que irse muy lejos para darse cuenta del desbarajuste; basta con ver al protagonista. Empecemos por Light Yagami, un joven perfecto: chico de matricula, tan listo que hasta colabora en investigaciones criminales. Guapo, atlético, un rompecorazones… Lo único que lo diferencia de un dios es tener poder sobre la vida y la muerte y, en cuanto lo tiene, lo único que le preocupa es no ser descubierto para poder seguir matando. La serie incluso juega con la idea del falso protagonista  para que, inconscientemente, apoyemos a este psicópata. En vez de eso, tenemos a Light Turner, que empieza siendo un Peter Parker (que es listo porque nos lo dicen, porque más bien es un poco tonto) para terminar convertiéndose en un héroe incomprendido con el que empatizar fácilmente, un prisionero más que un lunático. Esto no es una adaptación, es casi spin-off, y de nuevo, se agradece ese intento por caminar la milla larga, pero la intención no basta sin la ejecución apropiada.

¿El mayor enemigo de la cinta? El tiempo, sin duda. La película no deja respirar en ningún momento, sobre todo al comienzo, y es comprensible teniendo en cuenta la considerable extensión de la serie, mas es en este punto donde conviene preguntarse si realmente Death Note es algo que se puede adaptar tan a la ligera. La obra original es un juego de mentes intenso, una partida de ajedrez exhaustiva que requiere tiempo construir; en cambio el film de Netflix se ve obligado a prescindir de muchos matices y de todo lo que hacía grande al manganime para economizar y por el camino la corriente arrastra cualquier atisbo de potencial para quedarse con lo chapucero y el espectáculo barato e inútil.

Lo que más me preocupa es esa sección del público que no conozca la obra original, la cual seguramente se lleve una impresión errónea y, probablemente, negativa de esta obra y del manganime en general. Al menos, Death Note es un nombre conocido y respetado, pero si el camino a seguir es el mismo que el de Ghost in the shell, no quiero saber el destino de obras como Neon Genesis Evangelion, Berserk u Oyasumi Punpun si llega a darse el caso de una adaptación. Es por ello que, a todo buen hombre, mujer o niño que se digne a leerme, le de una oportunidad a este extraño, desconcertante y fascinante universo con la mente abierta. Fin del comunicado.

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