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Deadpool, (anti)héroe descarado

Cuando aparece en cartelera una nueva película de superhéroes, una llega a su butaca en la sala del cine con ciertas expectativas: grandilocuentes efectos especiales, protagonistas de miradas intensas y cuerpos esculpidos en mármol, frases ingeniosas gritadas en el fragor de la batalla, antagonistas angustiados y carismáticos… Un sinfín de tópicos a los que nos hemos hecho ya prácticamente inmunes: nos los han lanzado tantas veces a la cara que ya prácticamente no los detectamos.

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Sin embargo, lo que una no espera encontrarse es una película de superhéroes riéndose de las películas de superhéroes y de la monumental industria alrededor de dicho género hoy en día (cómics, merchandising, franquicias…). Esto es precisamente lo que se ve en Deadpool, y para mí, es también uno de los grandes aciertos de esta entrega. Ya desde los “créditos” del principio vemos las intenciones de la película, cuando en lugar de aparecer el nombre de los actores o los personajes, lo que aparece en su lugar son los clichés propios de estas películas (“Villano con acento británico”, “chica sexy”, “personaje CGI”) o incluso referencias al estado de Hollywood (“director excesivamente remunerado”, “guionistas: los auténticos héroes”).

En Deadpool se ven algunos de los temas más recurrentes en este tipo de filmes: un superhéroe atribulado por un evento de su pasado, una forzosa separación entre el superhéroe y el amor de su vida, un camino de venganza y redención… Pero todo ello inusualmente amalgamado con un humor irreverente más propio de películas como American Pie o Resacón en Las Vegas: múltiples referencias a la cultura pop del momento, bromas obscenas de carácter sexual y/o escatológico, e incluso momentos cómicos basados en gestos, caídas y golpes.

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El protagonista de homónimo nombre es sin duda el mayor cambio respecto a cualquier otra película protagonizada por un personaje del elenco de Marvel. No tiene nada que ver con Lobezno (a quien se refieren copiosamente en la película de muchas maneras), ni con Iron Man, Thor o el Capitán América, quizá para subrayar el hecho de que, como el propio Deadpool afirma, él no es un superhéroe ni quiere serlo, aunque también a diferencia de muchos otros protagonistas sacados del mundo del cómic, realmente no llega a serlo, no llega a darse ese elemento de “abrazar del bien” o de sermonear con la moralina habitual de “trabajar en equipo por un futuro mejor”.

Para empezar, el personaje de Deadpool se dirige directamente al público desde el primer momento, con bromas sobre lo que ha costado que le dejen hacer una película sobre su personaje. Así crea una narrativa en primera persona que siempre tiene en cuenta a los videntes y las informaciones previas que estos traen respecto a la película, algo que resulta extraño en este tipo de producciones, donde la distancia con el público refuerza el sentido de heroicidad y las capacidades sobrehumanas del protagonista. Por otro lado, es un protagonista que en múltiples ocasiones bromea abiertamente sobre su propia sexualidad y su identidad de género, algo impensable en los héroes con carga extra de testosterona propios de la industria. Cuesta imaginar al Lobezno encarnado por cargando con una bolsa de armas de Hello Kitty, o contando entre sus pertenencias un peluche de unicornio. Posiblemente la experiencia previa de Ryan Reynolds en el campo de la comedia le haya preparado para reinterpretar de una forma tan radical el axioma del superhéroe.

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Por último, es una película que gustará mucho a los fans de por el carácter autorreferencial cargado de guiños a previas entregas y protagonistas, pero que también tiene posibilidades de alcanzar a un público más amplio debido al humor bestia y descarado, algo que ya se ha demostrado en taquilla en EE.UU. Es buen síntoma que se produzcan este tipo de filmes, donde un género es utilizado para hacer autocrítica de sí mismo y donde se demuestra también que las fronteras entre géneros pueden ser difusas, sin que ello tenga que ir en detrimento de la película. Resulta refrescante no ver repetidos una vez más los mismos temas de siempre con los mismos actores de siempre.

Desde aquí aviso que el nivel de sangre, vísceras y escenas explícitamente sexuales es mucho mayor que en cualquier película previa del universo Marvel. Y también que, como viene siendo costumbre, al final de los créditos encontraremos una escena extra.

 

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