Cruzando el límite, de lo pretencioso

Cuando vi el trailer de Cruzando el límite solo pude decir «Esto tiene buena pinta». Al fin y al cabo una propuesta que hable del estado de los adolescentes a día de hoy era muy jugosa y pensé que nadie en su sano juicio desperdiciaría una oportunidad así. Me equivocaba.

Cruzando el límite narra la historia de un padre que se ve prácticamente obligado a meter a su hijo en un internado para jóvenes conflictivos. Sin embargo y aunque parecía buena idea, este internado no es lo que podría parecer a simple vista, más parecido a un campo de concentración que a otra cosa.

Como veis una sinopsis bastante interesante que, por desgracia, el director desperdicia quedándose en la superficie del asunto, todo acompañado de imágenes muy efectistas, planos pretenciosos y trucos de cámara baratos. El director se cree que está haciendo una especie de Requiem por un sueño y nada más lejos de la realidad.

Cruzando el límite nos deja la miel en los labios, soñando con lo que podría haber sido y no es esta película. Está claro que tampoco esperábamos una tesis sobre el comportamiento humano, pero películas del estilo, como podría ser El experimento son infinitamente superiores gracias a que se centran en lo importante, la trama, y dejan los efectos para directores que ya no tienen que demostrar nada. Parece como si en un momento dado el director pensara que la historia no valía lo suficiente como para sostener la película y pensara que recurrir a esas técnicas tan de videoclip iba a salvar el asunto. Eso es tener confianza en uno mismo.

Las actuaciones son correctas, aunque el protagonista y el resto de personajes que lo acompañan en el colegio son rozando lo patético. Las actuaciones de estos son más parecidas a la de unos monos en la selva que a la de personas llevadas al límite. No se si esto es a propósito o por el contrario es simplemente un error de casting o lo que podría ser mejor todavía, una gran broma.

Lo que más pena me dio de todo, aparte de lo desaprovechado de la historia, es que Adam Jeziersky solo aparezca cinco minutos en toda la película. Con diferencia es el mejor actor español de su generación y ya no te digo de Cruzando el límite.

Pese a todo la peli se deja ver, no hay que ser exagerados tampoco. Una propuesta interesante que se va por el retrete, pero vamos que a eso nos tiene bastante acostumbrados el cine, ¿no?

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