El segundo film de Jordi Grau que veo en este Nocturna del 2018, baja la calidad con respecto al primero. En Ceremonia sangrienta, de 1973 no tenemos muertos vivientes que atacan con la luz del día sino todo un pueblo de Europa Central que vive atemorizado por las leyendas que circulan por sus caminos. Cajlice y sus habitantes más pobres están sometidos a las supersticiones que vuelan por sus campos, no así los nobles que parecen no dejarse llevar por la ignorancia del pueblo llano y la superchería más irracional. Los dos mundos conviven y se utilizan a la hora de conseguir sus objetivos, los dos cooperan juntos teniendo como representantes a brujas y nodrizas a las que solo les falta la escoba para volar.
El marqués Karl Ziemmer ¡por Dios, es Espartaco Santoni! y la condesa Erzebeth Bathory, descendiente de la mítica mujer que se bañaba desnuda con la sangre de mujeres vírgenes para no envejecer nunca, idean un plan que les ayude a ambos a hacer realidad sus mayores deseos. El hombre finge su propia muerte imitando a un vampiro que asesina a mujeres indefensas a mordiscos o con ayuda de un puñal. Su esposa, cómplice del engaño se aprovecha de estas muertes y con la sangre de sus víctimas vuelve a repetir la historia de su antepasada y se convierte en una enferma que anhela la eterna juventud. A su lado tiene a una consejera que le anima a seguir con esta locura que va a dejar al pueblo sin sus hijas más bellas y jóvenes. Por su parte los campesinos tienen al alcalde como aliado y con su ayuda pretenden limpiar sus tierras de estos monstruosos seres que caminan de noche y duermen de día en sus ataudes.
El director catalán conoce la leyenda del conde Drácula y toda la parafernalia ritualística que sigue a cualquier producción que trate de los no muertos pero la adecua a su manera de hacer las cosas mezclando elementos para distinguirse del resto. En Ceremonia sangrienta los supuestos vampiros si que parecen tener la piel más clara pero todo es fruto del maquillaje, hay ristras de ajos colgadas de las paredes de la posada pero nunca se usan, los murciélagos son objeto de mofa por parte de los niños que juegan con ellos, los espejos reflejan sus cuerpos para sorpresa del personal y los crucifijos solo aparecen en los juicios que sirven como justos ejecutores de las sentencias del pueblo. Las pruebas son manipuladas a conciencia, los testigos se dejan llevar por las habladurías falseando la realidad y los magistrados, curioso que uno se apellide Helsing, hacen caso omiso a la razón y llevan a buen término las penas impuestas, a golpe de martillo o cuchillo que corta lenguas o decapita cuerpos.
La británica Hammer que en los años sesenta había resucitado el subgénero de los vampiros sirvió de influencia para este tipo de producciones de serie b que no se caracterizaban precisamente por poseer buenos efectos, tanto en la construcción de monstruos como en la de ambientes terroríficos. Las criptas de Ceremonia sangrienta no dan miedo, los cementerios se llenan de gente viva y los castillos como el del marqués a plena luz del día no asusta lo más mínimo. La música a piano si que envuelve la historia en un velo de goticismo que nos hace añorar a fantasmas de pasado con máscaras que habitaban en óperas parisinas pero enseguida alguna escena con tintes cómicos, pareja de enamorados en la posada riéndose de la situación o un accidente con una copa rota con una niña pequeña que no impresiona porque no se ve, nos indica que hay algo que chirría y no es una puerta mecida por el viento. No obstante no se puede entender el cine moderno de vampiros español sin estas hermanas pequeñas como Ceremonia sangrienta que abrieron la puerta a este género en nuestro país. Es por eso que necesariamente este tipo de revisiones clásicas vienen muy bien ¡de aquellos charcos, estos lagos!
He notado que este cine llamado clásico dota de gran importancia la presencia de la sangre y no le asusta que caiga a chorros de agujeros del techo o llene recipientes y bañeras. Quemar a los muertos es una práctica que ya no atemoriza y utilizar las cenizas como un amuleto contra el mal es un ritual que conocen hasta los más ignorantes. Como la condesa húngara de las leyendas sigo bañándome vestido en ese líquido pegajoso sin ayudarme de una guadaña u hoz, estoy en un Festival Internacional de cine fantástico y de terror ¡faltaría mas! Por ahora el viaje propuesto por Ceremonia sangrienta me ha llevado volando desde la estación de la locura a Zombieland y de allí hasta un pueblo maldito plagado de vampiros falsísimos. No daré muchas pistas pero el final se está acercando y acaba de entrar en el vagón un niño de unos seis años que abraza un muñeco pecoso con el pelo color anaranjado al que ayer vi por partida doble en la Plaza de España haciéndose fotos con los turistas, responde al nombre de Chu…
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