En Shiva Baby, Emma Seligman, la directora del film, pone sobre la pantalla una situación bochornosa llena de incidentes que hacen las delicias del espectador. La película arranca con la joven protagonista acostándose con un hombre a cambio de dinero. Ese mismo día, en el funeral judío de un familiar lejano, se lleva la grata sorpresa de encontrarse con el hombre con el que se había acostado esa misma mañana. La joven aguanta la compostura en un entorno asfixiante donde sus padres, familiares y un antiguo amor de juventud la atosigan constantemente.
Shiva Baby aprovecha cada uno de sus 70 minutos de duración para exprimir al máximo todas las situaciones tragicómicas planteadas. Si uno acude al cortometraje que Emma Seligman realizó en 2018 en el que se basa toda la película, rápidamente notará que el tono de la pieza es mucho más serio y trágico. En la adaptación del largometraje Seligman acierta de lleno en desarrollar el componente humorístico de la narración a través de la concatenación de gags que sientan de una forma agridulce en un espectador que empatiza con un personaje en constante sufrimiento. Nada es un obstáculo para una película que lo mismo te hace chistes del holocausto como te conduce al borde de un ataque de ansiedad. Además bajo la aparente inocencia de humor se esconde una dura crítica a las casposas generaciones mayores obsesionadas con encontrarte novio, que ponen en duda tu proyección laboral o que son absolutamente intolerantes con el movimiento LGTBI.
Shiva Baby es una comedia fresca y necesaria para entender hacia donde nos conducen las generaciones venideras de joven talento. Y de momento no tiene mala pinta ya que si como en casos el de Shiva Baby se consigue tanto con tan poco, queda por ver hasta donde podrán llegar cuando los medios no les limiten.