Al encuentro de Mr. Banks, una película bonita

Resulta curioso que en un año en que en los Oscars han triunfado las películas basadas en hechos reales (La gran estafa americana, Capitán Phillips, Dallas Buyers Club, Philomena, 12 años de esclavitud, El lobo de Wall Street) Al encuentro de Mr. Banks no haya encontrado su sitio entre las nominaciones. No ha sido suficiente el notable carisma de sus dos actores principales y que la historia cumpla punto por punto el decálogo de película altamente agradable para los miembros de la academia (decálogo que en realidad no existe) para que la hayan considerado en sus votaciones.

Al encuentro de Mr. Banks es la historia de cómo Walt consiguió convencer a la escritora P.L. Travers para que le cediese los derechos de su novela . El encuentro entre los dos personajes es sin duda el que propicia los mejores momentos de la película que combina bastante bien sus momentos dramáticos con los cómicos gracias, sobre todo, por la magnífica interpretación de . No se queda menos atrás en su estupendo retrato de Disney para el que no le hace falta disfrazarse ni ponerse maquillajes raros para que nos lo creamos como el magnate que ya era en 1961.

Al encuentro de Mr. Banks

Pero para que entendamos la reticencia de la escritora por ceder los derechos de su obra también nos cuentan ciertos episodios de su que acaban formando parte de una narración paralela que ocupa prácticamente una hora de metraje. Aquí, a pesar de la reseñable interpretación de Colin Farrell como el padre de la niña, se encuentra el mayor escollo de la película, ya que lo que podría haber sido levemente insinuado es explicado de forma repetitiva hasta que la película alcanza una excesiva duración de 125 minutos. No hay duda de que este relato de corte psicoanalista nos ayuda a ser partícipes del conflicto de la escritora pero su escaso interés tal y como está contado en poco ayuda a que a veces desconectemos un poco de toda la trama.

Al encuentro de Mr. Banks es lo que comúnmente se denomina una película bonita que a pesar de cierta previsibilidad deja el espíritu contento. Porque para eso son las películas bonitas, ¿no?

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