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Adiós, Expocómic, adiós. Hola Heroes Comic-Con.

Adiós, Expocómic, adiós. El mítico salón del cómic madrileño se despide tras 19 ediciones, tras un cambio de organizadores y lugar, para convertirse en Heroes Comic-Con, un cambio de nombre con el que, si tienen suerte, se olvidará la desangeladísima edición de este año.

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EasyFairs ha hecho todo lo que estaba en su mano por hacer que este Expocómic fuera apetecible para todo el mundo, y ha introducido tantas actividades no relacionadas con los cómics como ha podido: Wrestling, cosplay, fotos con Ray Park, violinistas tocando canciones de ‘Final Fantasy’, grafiteros, food trucks… Por haber, había hasta un puesto dedicado al Museo del Prado. La parte del “Expo” la tuvieron muy clara. La de “Cómic” quizá no tanto.

La mañana del sábado no empezó mal: La visita de Ray Park (Darth Maul en el Episodio I de ‘Star Wars’, Sapo en X-Men, Snake-Eyes en G.I. Joe) prometía un interesante Q&A. El problema es que Park subió al escenario con todo un ejército imperial (los grandes de la Legión 501, que no tienen culpa de nada) y, en lugar de responder preguntas del público, empezó a manejar sables láser, a hacerse fotos con la gente que subió con él al escenario (en un momento muy confuso para todos los que estábamos mirando) y a hacer un pequeño duelo que tardó más tiempo en prepararse de lo que debía. Una vez más: Esto no fue culpa de Ray Park, que estaba dispuesto a todo con una sonrisa de oreja a oreja, sino de una organización que no supo controlar la situación en absoluto. Un tremendo desastre.

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Si no fuimos de los afortunados que pudieron sacarse una foto con Ray Park, no había problema: Se habilitó un lugar donde pagar 15 euros por autógrafo y 30 por fotografía, y llevarte así un caro recuerdo de un personaje que sale 6 minutos en la peor película de ‘Star Wars’. Esta iniciativa, similar a las que se realizan en EEUU, resultó tener bastante tirón pese a las críticas, y probablemente sigan tirando de ella para la Heroes Comic-Con de 2017.

Fuera del escenario principal, que nunca volvió a estar tan lleno como con la aparición de Park, teníamos ante nosotros todo un mundo de tiendas y stands: Camisetas, figuritas, cosplays, chapas, videojuegos, comida asiática, pósters, información sobre cursos variados y, si buscabas muy bien, algún que otro cómic y fanzine en zonas designadas al respecto. Les faltó vallar la zona y avisar de que, cuidado, ahí dentro había cosas con páginas y viñetas.

Pese a lo difuso que estaba todo y el poco ángel que tuvo esta edición, lo cierto es que el público joven (para el que está pensado el Expocómic, al fin y al cabo) se lo estaba pasando muy bien: Los cosplays tuvieron un gran nivel (destacando varias SpiderGwens y alguna que otra Chica Ardilla que demostraron que Marvel está haciendo algo bien), la chavalería disfrutaba de los combates de wrestling y participaba de sus clases, estaba atenta en las charlas y jugueteaba por los alrededores sintiéndose en su salsa.

Los más mayores (o cansados del evento) pudimos conseguir autógrafos y dibujos, sin pagar extra, de algunos de los autores españoles más punteros de la actualidad: Paco Roca, Kim, Antonio Altarriba, Javier Olivares, Alfonso Azpiri, David Baldeón, Pasqual Ferry… Un interesantísimo grupo al que no se le dio la importancia debida y terminó relegados a una esquina del pabellón. Más majos que un San Luis.

Las exposiciones, mezcladas y algo dispersas; la afluencia de público, baja (por mucho que digan las cifras oficiales, los quince euros de la entrada disuadieron a muchos); la iluminación, agobiante… Puede que las intenciones a la hora de trasladar el Expocómic a IFEMA fueran buenas, pero el resultado no lo ha sido en absoluto. Quitando los gigantescos logos de películas de superhéroes, el estupendo stand de ECC y los incansables autores, fanzines y autoeditores, siempre dispuestos a vender, dedicar y charlar, el Expocómic de este año ha sido un absoluto fracaso técnico.

Al final se ha notado la diferencia entre que la feria fuera organizada por amantes del cómic y por profesionales en ferias: Sí, es muy multidisciplinar, y sí, ha atraído a público de todo tipo, pero pongámoslo de esta forma: Si yo fuera a ExpoÓptica, el salón internacional de óptica y optometría, no querría encontrarme allí un stand del Reina Sofía, una tienda de tebeos, un ring de wrestling, una representación teatral y que me lleven como invitado a Cristiano Ronaldo, quitando espacio a lo que realmente quiero ver: Las últimas tendencias en gafas y lentes.


Pues lo mismo con ExpoCómic. Cuando, con la excusa de que el cómic es para “frikis”, todo cabe, al final todo se diluye al mismo tiempo. Y más cuando el organizador intenta hacer un doble salto mortal y cambiarlo todo. Una mayúscula decepción.

Imágenes: Prensa Expocomic

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