Festival de San Sebastián 2019 (Perlas): «Parásitos» y «Hasta siempre, hijo mío»

Vamos con las Perlas de otros festivales que nos presenta a Parásitos de Bong Joon-Ho y Hasta siempre, hijo mío de Wang Xiaoshuai, buena ración de señores asiáticos que sufren, se divorcian y ocupan casas.

Parásitos (Bong Joon-Ho) ****

Parásitos de  Bong Joon-Ho

Parásitos viene con el sambenito de ser «la película del año», y tiene que sobrevivir a esa expectativa. Por suerte no solo lo hace, sino que, además, consigue lo imposible: que dicha «película del año» sea una comedia desmadrada con tintes socio-políticos que no quedan impostados, sino que son el motor de las escenas más amables para un público generalista. Bong Joon-Ho salta definitivamente al mundo de hacer reir, tras haberlo tocado solo tangencialmente en su filmografía, con una película sobre la lucha de clases, los secretos, el orgullo y la familia tan bien hecha que, entre carcajada y carcajada, se permite manejar la tensión de una forma maestra y que culmina con una lección absolutamente sagaz, irónica y repleta de perspicacia.

El film maneja el momento cómico mejor que muchas comedias puras, sin dejar en ningún momento la crítica social, la imprevisibilidad y la tensión marcas de la casa. Sin querer entrar en spoilers, sí quiero destacar no solo la potente labor en guión y dirección del filme, sino también su firme vocación como película de entretenimiento puro (se puede disfrutar sin darse cuenta de sus detalles más elevados), al margen del resto de sus logros. Es muy agradable ver una obra como Parásitos, que se arriesga y consigue ser exactamente lo que pretende.

El final lastra un poco el resultado final, con un innecesario y un poco súbito viraje al drama que, por otro lado, logra cerrar la historia con un punto y final prácticamente perfecto y que subraya una tesis que solo en ese momento se consigue rubricar del todo. Se esperaba mucho de Parásitos y ha satisfecho todas las expectativas, llegando a arrancar algunos aplausos de la platea incluso en mitad de la proyección. Y es que el film de Joon-Ho, que no trata de aleccionar ni de enseñar, mostrando matices y no posicionándose salvo en el punto de vista del narrador, no se consume: se vive. 


Hasta siempre, hijo mío (***)

Hasta siempre, hijo mío

Si al oír hablar de una película china de tres horas más dramática que Laura Pausini echando de menos a Marco entre inglés y matemáticas empiezas a salivar, no lo dudes: Hasta siempre, hijo mío es la película que estabas esperando. Y si no, puede que también. Ha sido una de las sensaciones del año en el circuito festivalero, y no es para menos: un canto a la tristeza y la esperanza sobre la pérdida, el perdón y la culpa durante varias décadas del comunismo chino llama la atención de cualquiera. Pero.

Sí, pero. Un pero lleno de culpabilidad y en el que reconozco que la culpa ha sido totalmente mía, y no del film. Y es que tengo que reconocer que me ha parecido un poco aburrida de más. No he conectado con los silencios eternos, con la mitad de las subtramas ni con ese final a una película desfragmentada que parecía que no llegaba nunca (y que es muy inferior al plano mostrado apenas cinco minutos antes). No quiero contar nada sobre el film, porque su arranque es tremendamente potente, pero llega a un punto en el que la acumulación de tristezas y desgracias es excesiva.

Hasta siempre, hijo mío es una película estupendamente producida, con un mimo a la historia magnífico y que logra hacer sentir al espectador el camino tortuoso por el que tienen que pasar estos dos padres en busca de un pasado ya inexistente. Podría utilizar muchas palabras grandilocuentes, pero prefiero centrarlo todo en una frase: si amas los dramas, Hasta siempre, hijo mío es tu peliculón del año. No lo dejes pasar. 

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