no crezcas o morirás

No crezcas o morirás, ¿quién puede matar a un adulto?

¡Desde luego las islas ya no son lo que eran!  Ésta, situada en el Océano Atlántico no es un lugar paradisiaco en el que los turistas pueden venir a tomar el sol o a dejarse su dinero. En la isla de No crezcas o morirás lo que sobran son muertos vivientes como el mítico videojuego de Dead Island y sí aquí impera la ley del más fuerte y un afán de supervivencia fuera de lo común. Narciso Ibáñez Serrador ya contó en el año 1976 una historia parecida con niños como protagonistas que se convertían en crueles asesinos de adultos sin una explicación lógica. Ahora el director francés Thierry Poiraud, ya experto en temática zombie, coge el testigo dándole la vuelta. Los adultos son ahora el enemigo al que hay que combatir, dominados por la locura y un instinto malvado que se revela a una edad o momento concreto.

no crezcas o morirás

El pueblo de pescadores de la ficticia Almanzora en Málaga ahora es una ciudad entera y pequeñas viviendas separadas de la gran urbe entre las que se encuentra un orfanato, lugar de residencia del grupo de jóvenes protagonistas, un selecto ramillete de inadaptados al más puro Club de los Cinco a los que han dejado sin vigilancia y sin víveres. La presentación que se hace de ellos a través de videos grabados de sus entrevistas recoge sus miedos, sus sueños y sus proyectos de futuro. Alguno no llegará a catarlos atacado por la enfermedad maldita ¿A quién o quienes les tocará la china? That is the question!.

Las hormonas de los adolescentes protagonistas de No crezcas o morirás están más descontroladas que nunca provocándoles una obsesión desmedida por todo lo prohibido o lo que se considera tabú para su edad como el sexo, las drogas o el alcohol. Si a esto se le añade un componente de locura provocada por recuerdos inconfesables o un deseo irrefrenable por usar todo tipo de armas entonces nos encontraremos cara a cara con estos seis chicos que son de todo menos normales. Cada uno de ellos tiene su propia historia, cada uno de ellos se distingue por unas cualidades que les hace únicos pero que ya nos suenan por ser repetitivas en este tipo de producciones de terror. La chica virginal y envidiosa de otras vidas que muestra su rostro menos auténtico al insinuarse a todo bicho viviente que le sonría, la amiga traidora que cree manejarlos a todos pero que en realidad no controla absolutamente nada, el chico bueno que no ha roto un plato en su vida y que los pagará todos juntos, el joven violento, mentiroso que se auto corona líder de todos ellos, junto a él su mejor amigo, aquel al que todos quieren y en quien más confían ¡grave error! Y por último el rarito, el guapo joven que nunca habla con nadie y que se sienta solo en la última fila o que graba bolsas de plástico volar por el aire como en American Beauty. Todos forman el equipo A, unos improvisados soldados en busca de una fortuna llamada vida.

no crezcas o morirás

No crezcas o morirás navega, como la barca en la que los últimos supervivientes quieren escapar de la isla, por diferentes mares. El primero de ellos es revoltoso y rebelde, coincidiendo con los primeros pasos en solipandi del variopinto grupo de frikis. El segundo es una gran marejada con fuerte oleaje que acaba con varias persecuciones, transformaciones varias y cadáveres dejados en la cuneta o en parajes desérticos, rodados en la isla de Tenerife. Para acabar las aguas infestadas de muertos son el único momento de suspense que aporta un mar en calma rodeado de paisajes rocosos y enanitos muditos abandonados en una caravana.

Todo en una hora y veinte minutos que da para comenzar a entretenerse con lo que se está viendo y más tarde para cabecear por no verse o explicarse lo que se debería. ¿Dónde está la sensación claustrofóbica de la que hacía gala No crezcas o morirás del querido director del concurso Un, dos, tres? Ni rastro de ella. Thierry Poiraud nos ha dado una Ruperta como una catedral de grande para nuestra desgracia.

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