Jauja, cine enigmático

En un mundo ideal no debería haber problema en que un mismo crítico alabase al mismo tiempo una película como Jauja de Lisandro Alonso y Guardianes de la galaxia de James Gunn. Del mismo modo, tampoco debería suponer demasiado esfuerzo para un espectador que se dice aficionado al cine acercarse a Jauja sin el prejuicio de que va a ver un coñazo. Pero el mundo no es así: o tu web se dedica al cine sesudo o se dedica al cine de entretenimiento; o eres de pensar sobre el cine muy fuerte o eres de comer palomitas y tragarte lo que te echen, lo que significa para muchos que no tienes criterio válido. Y ya está bien considerar unas películas como normales y otras como raras.

Jauja cuenta la historia, más o menos, porque aquí lo que menos interesa es la historia, de un capitán danés interpretado por Viggo Mortensen y su hija Ingeborg por la Pampa argentina. Qué hacen este padre e hija en un lugar tan remoto para un danés como estos parajes desoladores es un misterio. Como todo en la película de Lisandro Alonso. Y tratar de desentrañar este misterio es una de las labores del público, porque Jauja propone más preguntas que respuestas, lanza más interrogantes que soluciones y ya sabemos que a eso, vagos espectadores, estamos poco acostumbrados.

Jauja

Con su ritmo lento y pausado, acorde con el paisaje humano y geográfico que presenta, Jauja se regodea en un un sublime pictorialismo que hace que cada uno de sus planos sean de una belleza subyugante. La labor del director de fotografía Timo Salminen, colaborador habitual de Kaurismaki, busca una artificiosidad tan brutal que no hace sino acercarse al naturalismo más absoluto: es una imagen tan irreal que se diría un sueño. Y tal y como comentaba antes no sabemos si este sueño es el del Capitán Gunnar Dinesen, el de su hija Ingeborg o el del propio espectador, que al igual que cuando se despierta debe unir las piezas y tratar de buscar un significado a algo que quizás no sea tan difícil de comprender.

Asimismo, su académico formato cuadrado nos lleva al pasado del cine pretérito y al presente (y futuro) del Instagram. Además esta decisión formal provoca que la pantalla se torne en una ventana abierta a un mundo que no es el nuestro, que nos resulta completamente extraño e incomprensible pero que, fascinantemente, estamos deseando conocer.

Jauja

Jauja es una película difícil si nos empeñamos en que lo sea. Si no tenemos la mente (y la paciencia) preparadas para dejarnos llevar y, al menos, disfrutar con la belleza de sus imágenes rebosantes de colores, Jauja se nos puede hacer insoportable. Sí, es cierto, la película de Lisandro Alonso requiere un esfuerzo por nuestra parte. Requiere que nos impliquemos como espectadores en bucear por sus claves y los movimientos aparentemente erráticos y gratuitos de sus personajes. Y yo podría, como crítico, intentar solucionar los enigmas, suponer qué es lo que Alonso ha querido decir aquí y allí. Pero sería una labor baldía y, por qué no decirlo, algo pretenciosa. Lo dicho, a disfrutar del cine.

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