Festival de Madrid: MELOCOTONES, nuestros dobles, Laura y yo

¿Quién es ese Emmett que con la voz de Ramón Langa ha puesto nombre a casi cada objeto que sale en el film dominicano de Héctor Valdez? Esa es una de las preguntas que nos planteamos una y otra vez mientras dura esta cómica Melocotones. Las demás tienen que ver con eso de los viajes temporales que tanta confusión suelen provocar. Diego y Laura han decidido intentar salvar su dañada relación visitando por segunda vez el lugar en el que tuvieron la cita más romántica de sus vidas, un motel de carretera junto a la playa en algún rincón del Caribe en la década de los setenta y ochenta. El calculador y ordenado trabajador de Industrias Emmett se ha llevado una máquina del tiempo hasta allí y la usará cuando el fin de semana corra peligro por la visita inesperada de un ex novio pesado que carga con una bolsa de viaje con sorpresa. La locura llegará con la coincidencia en el mismo espacio de diferentes dobles de cada uno que reaccionan improvisadamente ante los hechos que se suceden a su alrededor. Esta sátira sobre un futuro distópico se ríe de una tecnología con estética retro que nos recuerda a viejos clásicos como Regreso al Futuro, con un DeLorean que vuela o unos robots que venden melocotones enlatados o naturales y que no se cansan de pedalear una moderna bicicleta o carrito con sombrilla.

Melocotones

Todo en este film es una rayada monumental del director con unos diálogos que no se los cree ni el propio guionista y con una simbología muy personal que no juega al escondite. El sexo y los objetos que tienen que ver con él aparecen y desaparecen en las manos de los protagonistas como por arte de magia a veces sacando más de una sonrisilla pícara entre el público. La obsesión del director por los penes de plástico o de otros materiales resulta a veces insufrible casi tanto como ser espectadores de escenas de sexo gratuitas que poco tienen que aportar a la historia. Prefiero resaltar la buena factura de los efectos especiales hechos con dos duros ¡me encanta la explosión de la cabaña! y la atmósfera que se crea tanto con la música electrónica, de sintetizador, como con algunas escenas que rinden homenaje al gran Paul Verhoeven y su cine con anuncios cómicos que aquí venden casi cualquier cosa usando en ocasiones una violencia de gratis.

Con solo tres personajes humanos, eso sí con diferentes versiones mejoradas por la experiencia y unos decorados de andar por casa, se ha construido algo que llama la atención y huye de los convencionalismos típicos de la ciencia-ficción de hoy en día que presta poca atención a los viajes en el tiempo, en el 2015 Synchronicity se lo tomó bastante más en serio. Estos tres individuos que abusan del color azul, vestimenta, accesorios y hasta ojos se sobran y se bastan para hacer llegar los claros mensajes que tratan de inculcarnos. En tu vida es mucho mejor improvisar las cosas que tenerlo todo previsto y controlado, eso te ayudará a conseguir a la chica de turno o a reconquistar a tu pareja que ha apagado la llama del amor de un soplido. Que los días de la marmota sirvan para aprender eso y no sacar apuntes de las asignaturas en las que se ha suspendido. El abuso de la tecnología no refuerza las relaciones sino que las debilita. Todo lo natural y único es mejor que lo duplicado o fotocopiado. Una gran afirmación y una verdad como un templo.

El Festival Cinematográfico de Raindance, de Londres, premió a Melocotones por ser original en su rareza e incluso le ha pedido a su creador que se se encargue del trailer oficial del próximo año, un honor que servirá de estímulo para futuros proyectos.

 

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