El caso Fischer, dos mentes maravillosas

Estados Unidos mima a sus mitos deportivos, los ensalza cada vez que puede y hace suyos sus triunfos y victorias colgándose la medallita de haber sido el país que los vio nacer y crecer. Algunos como el personaje de ficción Rocky Balboa, intepretado por Sylvester Stallone, hasta se permiten el lujo de poseer una estatua en Filadelfia. Un boxeador con orígenes muy humildes que llegó hasta lo más alto y se atrevió a enfrentarse en los ochenta a la Unión Soviética en plena Guerra Fría en un combate memorable contra el héroe local y campeón mundial amateur Iván Drago. Bobby Fischer, fue otro de estos personajes que han enorgullecido a este país. Hizo conocido al ajedrez y además, como Rocky Balboa, miró cara a cara a los ojos de un campeón ruso que se creía invencible, como su poderosa nación en la década de los setenta. El caso Fischer presenta esta partida de ajedrez.
El caso Fischer

Edward Zwick, nos trae toda su historia pero detiene el reloj en el combate que marcó un antes y un después en la carrera de este famoso ajedrecista. En Islandia, su futuro país adoptivo, tuvo lugar un enfrentamiento que narra El caso Fischer, que además de deportivo tuvo gran contenido político y que se usó como arma propagandística tanto del capitalismo como del comunismo. No eran dos hombres representando cada uno a su país, eran dos marionetas del poder manipuladas al máximo, dos bombas de relojería que estaban a punto de estallar en cualquier momento, cada uno con sus manías y sus paranoias, mucho más graves en la mente de Bobby Fischer, el niño prodigio de Brooklyn. Un judío obsesionado con la imaginaria idea de que siempre estaba siendo espiado y con que el mundo estaba en su contra desconcentrándose y mostrándose sensible a cada momento con voces, ruidos de cámaras y golpes casi inaudibles para el oído humano, algo que contagió al bueno de Boris Spassky.

Antes de llegar a la conocida y famosa partida número seis del campeonato mundial celebrado en Reykjavik, los dos hombres, ególatras hasta más no poder, tuvieron que eliminar a muchos adversarios así como también superar numerosas dificultades con una partida entre medias en California precedida de una pérdida de virginidad por parte de Bobby.
Tobey Maguire no es un actor que me entusiasme, más bien todo lo contrario pero aquí hay que quitarse el sombrero con su interpretación. El niño ha madurado mucho desde Spiderman y da la réplica a un muy buen Liev Schreiber que siempre cumple con lo que se le pide. Russell Crowe lo bordó hace años con el papel del matemático John Nash en Una mente maravillosa. Ahora es más de lo mismo con un genio con un cerebro prodigioso que se volvió loco al obsesionarse con un juego en donde la inteligencia y la estrategia borra a todo lo demás, donde el estudio es la mejor herramienta y donde nunca se deja de aprender. Bobby Fischer vivió y murió solo para el ajedrez, aparcando todo lo demás como el amor de pareja o familiar o la amistad importándole poco la vida de los demás. Su primer entrenador, Carmine Nigro, el padre Bill Lombardy o el abogado solo fueron peones de un tablero imaginario. Piezas blancas o negras que le ayudarían a conseguir su victoria final, convertirse en el mejor jugador del mundo.

Todos sabemos el resultado final de El caso Fischer pero no como se gestó. Aquí se dejan caer piedrecitas de lo que pudo suceder en realidad en la cabeza de Bobby, bueno ¡si es que alguien alguna vez supo en que pensaba! Un enigma aún por resolver.

 

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